Ha pasado tiempo desde cuando el Fondo Financiero de Proyectos de Desarrollo (Fonade)- era considerada una entidad digna de mostrar. A pesar de los logros conseguidos en cerca de medio siglo de existencia, de unos años para acá la institución adscrita a Planeación Nacional se convirtió en sinónimo de desgreño y politiquería.
La causa no fue otra que el nombramiento de una serie de gerentes cercanos a los conocidos ‘Ñoños’. En contra de las advertencias hechas en su momento con respecto al peligro que significaba poner al ratón a cuidar del queso, la administración Santos acabó cediendo a las presiones de una serie de congresistas, con los resultados a la vista.
El atractivo de controlar las decisiones y los cargos clave era primordialmente el dinero. El área de gerencia de proyectos tiene 42 convenios en ejecución por 4,1 billones de pesos; la de gestión de proyectos, 11 convenios por 1,3 billones, y la de estructuración y evaluación de proyectos, siete convenios por 284.000 millones. A lo anterior se suma una nómina de cerca de 1.300 personas, entre empleados y contratistas.
Quienes saben del asunto sostienen que no todos los procesos acabaron contaminados por la corrupción, pero los excesos saltaban a la vista. En un momento había tanta gente vinculada que se instalaron escritorios en los corredores. Peor aún es que se crearon espacios de decisión informales por cuenta de los cuales los subordinados mandaban más que los jefes, mientras la junta directiva hacía esfuerzos infructuosos para evitar la hemorragia.
La lección evidente es que solo mediante la designación de personal idóneo es posible ponerle un tatequieto a la venalidad. Hoy por hoy, avanzan diferentes procesos en la Fiscalía que eventualmente servirán para que se destape lo que contiene la olla podrida, que promete ser grande. Las órdenes de prisión expedidas y los procesos de colaboración en marcha deberían conducir a sanciones ejemplares, ojalá llegando hasta el Capitolio.
Si bien en meses recientes un equipo técnico ayudó a limpiar la casa, no todos los tumores malignos han sido extirpados. De manera periódica, aparecen parlamentarios que señalan que tal o cual profesional es ‘intocable’, mientras otros les hacen seguimiento de cerca a determinados contratos. Sobre el papel, hay procesos licitatorios que parecen impecables, pero una mirada cercana confirma la presencia de ‘roscas’ de firmas establecidas para determinar el nombre del ganador.
Todo lo anterior exige elevar las alertas al máximo. El cambio de Gobierno es la oportunidad para dejar atrás los vicios del pasado, pero los políticos saben que la transición también les permite volver a intentar las prácticas de siempre. La confirmación de que el Partido de la U formará parte de la coalición cercana a la Casa de Nariño dispara las alarmas, pues hay reportes sin confirmar de buitres volando en círculos sobre las presas más tentadoras.
Debido a ello, el propio Iván Duque está en la obligación de extremar los controles, más ahora que el profesional que había sido designado para la gerencia de Fonade prefirió declinar el nombramiento ante futuras inhabilidades. Ahora lo que corresponde es escoger a alguien que cuente con las credenciales técnicas del caso y con la capacidad de continuar el proceso de saneamiento interno.
Y es que aquí lo que se requiere es curar al enfermo, no matarlo. Las propuestas en torno a una liquidación de la entidad pueden sonar atractivas, pero el lastre que quedaría pendiente duraría años en finiquitarse y costaría recursos adicionales que no se justifican.
Por lo tanto, el desafío es hacer las cosas bien y adelantar las reformas que demuestren que enmendar la plana en la administración pública es posible. Sería imperdonable que tras lo sucedido se vuelvan a cometer los mismos errores.
Ricardo Ávila Pinto
ricavi@portafolio.co
@ravilapinto