A raíz de la publicación de la más reciente ronda de proyecciones sobre la marcha de la economía colombiana por parte de la Cepal, el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y el propio Gobierno, más de un observador ha mostrado su escepticismo. El motivo es que en medio de un contexto global difícil y una realidad interna compleja, parece difícil creer que la actividad productiva en el país se va a comportar mejor en el 2017 que en el año que viene de terminar.
Las apuestas, a decir verdad, no son exageradas. En general, todos los pronósticos hablan de una expansión cercana al 2,5 por ciento del Producto Interno Bruto, una tasa que bien puede calificarse de mediocre, si se le compara con la historia, así esté por encima del promedio de América Latina. No obstante, la cifra mencionada superaría en más de medio punto porcentual la del 2016, con lo cual el mensaje es que lo peor habría quedado atrás y que ahora emprendemos el camino de la recuperación.
La justificación del avance se resume en los cinco puntos enunciados por el Ministro de Hacienda ayer, durante un foro organizado por la revista Semana. En su intervención, el funcionario insistió en que el viento será más favorable y que los mercados así lo reconocen. Prueba de ello es la caída en los márgenes de riesgo de los títulos de deuda externa que se negocian por fuera y la colocación de 2.500 millones de dólares en bonos la semana pasada, un monto que resultó ser muy inferior al apetito mostrado por los inversionistas.
Las apuestas hablan de una tasa cercana al 2,5 por ciento en el año, una cifra que superaría la calculada para el 2016.
COMPARTIR EN TWITTERl primer elemento para sustentar la visión oficial es la tendencia a la baja en la inflación. Después de haber llegado a una tasa anualizada del 9 por ciento en julio pasado, en diciembre el aumento en el Índice de Precios al Consumidor cerró en 5,75 por ciento. El dato supera todavía el rango fijado como meta por el Banco de la República, pero la corrección es innegable. Falta ver si la cuesta de enero –que incluirá parcialmente la subida de tres puntos en el nivel del IVA– confirma que la carestía ya no es un caballo desbocado, sino que está siendo domada.
No menos importante en las previsiones es el alza en el precio del petróleo, cuyo valor supera los 55 dólares por barril en el caso de la variedad Brent. Aunque la producción interna ha caído, las cotizaciones están 72 por ciento por encima del punto observado 12 meses atrás, con lo cual es previsible una recuperación importante de las exportaciones. Además, las inversiones proyectadas para el ramo este año se duplicarán en el territorio nacional, de acuerdo con los voceros de la industria.
En las cuentas también hay que incluir la aceleración de las obras civiles, debido a las obras asociadas a las autopistas de cuarta generación y a la mayor ejecución presupuestal de las administraciones regionales y locales. Además, las cosas pintan mejor para la agricultura, la minería y la generación de energía, por factores climáticos o de mercado.
Todo lo anterior se complementa con el hecho de que la aprobación de la reforma tributaria aclara buena parte de las preguntas que había sobre la sostenibilidad de las finanzas públicas. No hay duda de que una rebaja en la nota que nos asignan las firmas calificadoras de riesgo habría hecho daño, comenzando por un encarecimiento de las nuevas emisiones de deuda externa e interna.
Así las cosas, el panorama está un más despejado, pero no exento de peligros. El fortalecimiento del dólar y las mayores tasas de interés serán un desafío a la hora de evitar que venga una devaluación del peso y que el precio de los artículos importados suba. Más inquietante, tal vez, es que el desempleo tome impulso, algo que se sentiría en la demanda interna, que es la que mueve el consumo. Por tal motivo, es imposible emitir un parte de tranquilidad, así la llama que alumbra la esperanza de que a Colombia le vaya mejor este año sea ahora un poco más fuerte.
Ricardo Ávila Pinto
ricavi@portafolio.co
@ravilapinto