Hasta el día de hoy, el riesgo de quien llegaba por primera vez a Colombia era que se quisiera quedar. Por lo menos eso era lo que decía el lema de promoción turística del país, que en su momento confrontó el espinoso asunto de nuestra mala imagen, asociada a los temas de seguridad.
Gracias a la campaña, y a los éxitos alcanzados en la lucha contra el delito, un número creciente de visitantes pisó el territorio nacional. Ese ‘descubrimiento’ fue reflejado en una buena cantidad de artículos de prensa publicados en medios internacionales, que hablaban de las sorpresas que escondía una nación diversa en su geografía y su gente.
Superada la etapa de la desconfianza, ahora es el momento de ensayar un mensaje diferente. De ahí, que a partir de mañana se empiece a hablar de que Colombia es ‘realismo mágico’.
El toque garciamarquiano, resultado del esfuerzo conjunto del Ministerio de Comercio y Proexport, formará parte fundamental de decenas de piezas de publicidad, con el propósito de resaltar las bondades de una oferta cada vez más amplia y que encaja con lo que pueden demandar personas de diferentes perfiles.
De tal manera, lo que se quiere decir es que quien desee naturaleza encontrará algo adecuado a su gusto, desde el avistamiento de aves y ballenas hasta el agroturismo.
Igual le sucederá al que busque aventuras, como el canotaje y el buceo o se incline por el sol y la playa.
Tampoco se puede olvidar a los ávidos de cultura, que incluye ferias y fiestas, gastronomía, ciudades capitales y, por supuesto, compras. Una categoría adicional es la del bienestar, otra la náutica y la de cruceros, para concluir con la de negocios.
Detrás de cada una de esas seis clasificaciones hay uno o múltiples destinos colombianos, pero el enfoque ha evolucionado frente al concepto tradicional de sitios. La meta es, según los impulsores del nuevo esquema, vender experiencias.
En pocas palabras, en eso consiste un esfuerzo que promete.
Y es que, según cifras oficiales, la llegada de extranjeros al país ha crecido a una tasa anual del 10,4 por ciento desde el 2005, un guarismo que triplica el promedio mundial.
Si bien todavía ocupamos el puesto número 71 en la clasificación que elabora la Organización Mundial de Turismo, con algo menos de 1,7 millones de visitantes internacionales por vía aérea –cifra que sube a 2,4 millones si se incluyen los que llegan por tierra o mar–, las posibilidades de multiplicar ese número son muy grandes.
La razón fundamental es que las riquezas existen, tanto en lo que hace a climas, como a paisajes y gente. El trabajo que viene es el de articular una buena estrategia de comunicación y procurar que la oferta de servicios responda a las necesidades de un público que espera un buen retorno, en términos de calidad, por cada peso que gaste.
Afortunadamente, los años recientes no han pasado en vano.
Aunque todavía deja mucho que desear, la infraestructura turística se ha fortalecido, sobre todo en lo que tiene que ver con conexiones aéreas y hospedaje. En este último caso, desde el 2004 se han construido hoteles que han incrementado el total de habitaciones disponibles en más de 15.000, lo que equivale a un aumento del 25 por ciento.
No obstante, el camino que falta es largo, pues Colombia sigue en proceso de recorrer la curva de aprendizaje.
Quizás el mayor desafío es elevar los estándares e invertir en capacitación y nuevos desarrollos, algo que requiere no solo el liderazgo de las autoridades nacionales, sino el de los gobernantes regionales y locales. En la medida en que eso suceda, la llamada industria sin chimeneas debería superar con creces el millón de empleos que hoy genera en el país. Una meta posible si se logran mezclar en dosis adecuadas el realismo y la magia.
Ricardo Ávila Pinto