Ha pasado mucha agua bajo los puentes desde aquellos tiempos en los cuales la llegada a Colombia de una misión del Fondo Monetario Internacional, generaba entre los integrantes del equipo económico de turno la misma aprehensión que a una persona común y corriente le ocasiona una visita al dentista. En ese entonces, un ceño fruncido de los técnicos del organismo multilateral podía tener consecuencias respecto al acceso del país al crédito externo, a pesar de nuestro impecable récord a la hora de pagar deudas.
Ahora, sin lugar a dudas, las cosas son distintas. No solo las fuentes de recursos se han multiplicado y comprenden la emisión de bonos con plazos hasta de 30 años, sino que contamos con un respetable grado de inversión que atrae ahorradores. Adicionalmente, nos hemos convertido en un destino llamativo para la inversión extranjera, tanto directa como de portafolio.
Todo ello es consecuencia de tener una economía que cumple con los requisitos que exige la ortodoxia: disponer de un nivel adecuado de reservas en divisas, mantener las cuentas públicas bajo control y asegurar un buen esquema de supervisión del sistema financiero. Mención aparte merece la independencia del Banco de la República, que ha sido instrumental para reducir la inflación y que garantiza que la toma de decisiones clave se haga con criterio técnico.
Por cuenta de esos factores, en nuestro caso el chequeo anual que realiza el FMI, se parece al que se hace alguien sano, que no toma, ni fuma, hace ejercicio y mantiene una dieta balanceada, pero que cumple su cita con el doctor. Seguramente, este le dirá que no hay motivos de preocupación, pero que para evitar problemas es mejor cambiar ciertos hábitos.
Guardadas proporciones, así podría resumirse el diagnóstico de la misión que estuvo en Bogotá la semana pasada, y que deberá escribir un reporte detallado sobre su inspección, el cual se conocerá en mayo, una vez sea aprobado por el directorio ejecutivo de la entidad. Sin embargo, las declaraciones hechas permiten prever por dónde irá el agua al molino esta vez.
El primer parte es positivo. Tal como lo señaló el comunicado dado del jueves pasado: “Colombia ha mantenido un desempeño macroeconómico robusto, sobrellevando con éxito los episodios globales de tensión económica y financiera de los últimos años”. Adicionalmente, el organismo reconoce que existe “un marco de política sólido, gestionado de manera competente”.
En lo que hace a la coyuntura, hay un reconocimiento de que las cosas están bien y que tanto el panorama del crecimiento, como del desempleo y la inflación son favorables. De hecho, la primera advertencia es que en la medida en que el ritmo del Producto Interno Bruto se acelere, el Banco de la República debería aumentar su tasa de interés, llevándola a niveles cercanos o incluso superiores al 4 por ciento anual.
Más trascendentales, sin embargo, son los mensajes en otras áreas. Así pasa con la necesidad de aumentar los recaudos tributarios, pues las presiones en favor de mayores gastos son elevadas y existe el propósito de seguir reduciendo el nivel del déficit fiscal y el peso de la deuda pública. Adicionalmente, los ingresos estatales tienen una elevada dependencia del petróleo, que es riesgosa, dada la expectativa a la baja que hay sobre los precios del crudo y las escasas reservas de que dispone el país.
En consecuencia, el consejo del FMI es meterle el diente al tema, revisando tarifas, eliminando exenciones y ampliando la base tributaria, tal como lo señaló la jefe de la misión. Todo lo anterior dentro de un marco de búsqueda de mayor equidad, por lo cual el asunto de las pensiones –que hoy benefician a unos pocos– tampoco puede ser ignorado. Falta ver si ese mensaje cae en terreno fértil y en la campaña presidencial no se comete el error de escribir en piedra que no se van a subir los impuestos.
Ricardo Ávila Pinto
ricavi@portafolio.co
Twitter: @ravilapinto