No es necesario estar inmerso en las noticias para darse cuenta de los nubarrones que aparecen en el horizonte del país. Incluso quien no siga permanentemente el transcurso de la actualidad puede darse cuenta de que hay un paro camionero en marcha, el cual se expresa en algo de desabastecimiento en las plazas de mercado o en la imposibilidad de ciertas industrias para conseguir materias primas u otro tipo de insumos.
Y ese no es el único ejemplo. Los taxistas bogotanos han mostrado los dientes por cuenta de la amenaza que ven en Uber, el servicio que ha revolucionado el transporte público en múltiples capitales y generado variadas respuestas de las autoridades respectivas.
Por su parte, la Unión Sindical Obrera continúa empeñada en la convocatoria de un paro, en respuesta al apretón laboral que afecta al sector petrolero. La descolgada en los precios del crudo ha ocasionado el recorte de centenares de plazas, tanto de contratistas directos como indirectos y todo apunta a que vienen más medidas de austeridad, ante la necesidad que tienen las compañías de adaptarse para sobrevivir en el nuevo escenario de las cotizaciones internacionales.
A su vez, los cafeteros están inquietos. El incremento que registró la libra del grano en el mercado internacional, en respuesta a la sequía que afectó en el 2014 a Brasil y a los efectos de la roya en las plantaciones centroamericanas, es cosa del pasado. No existe un exceso de oferta, pero todo apunta a un equilibrio que influye en el valor al que venden su cosecha los cultivadores.
Es verdad que la rápida devaluación del peso ha servido para amortiguar el golpe, pero no será fácil conseguir que la carga se mantenga por encima de los 700.000 pesos, que hace un par de años se definió como el límite para la entrega de subsidios. La semana pasada, el Gobierno recibió una carta del Comité de Cafeteros en el que se le pide que reactive las ayudas, con el argumento de que en el 2015 se utilizó una fracción de los fondos presupuestados.
Mientras los sectores mencionados se agitan y comienzan a hacer exigencias, más de un actor quiere pescar en río revuelto. No se puede olvidar que el presente es un año electoral y que diversas colectividades o sectores buscan canalizar el descontento en beneficio propio.
Un caso es el del Centro Democrático, interesado en tener más presencia regional y en crearle dolores de cabeza a la administración Santos. Otro es el del Polo Democrático, que en su momento tuvo un fuerte entronque con las ‘Dignidades’, que hicieron reivindicaciones a nombre de distintos renglones agropecuarios, y que otra vez está moviendo sus banderas.
No se pueden olvidar tampoco los grupos ilegales. El Eln, cuya actitud frente a un eventual diálogo con el Gobierno muestra las ambivalencias de siempre, impulsa y estimula más de una protesta, como lo comprueban una serie de comunicaciones interceptadas recientemente por las autoridades.
Las Farc están en un juego similar. Aun si las negociaciones en La Habana llegan a feliz término, la guerrilla sabe que necesita fortalecer sus bases si algún día quiere medir sus tesis en las urnas. Y eso se logra respaldando las aspiraciones de sectores ubicados en la que ha sido tradicionalmente su área de influencia.
Ante las amenazas, el Ejecutivo ha subido la guardia. Consciente de los errores cometidos en el primer periodo de Santos, la actitud es que nunca más se puede volver a decir que ‘el tal paro no existe’. Debido a ello se ha conformado un equipo de alto nivel que le hace seguimiento a los amagos de incendio y está al tanto de cómo andan los asuntos a cargo de cada ministerio.
Falta ver si esa nueva estrategia rinde sus frutos, sobre todo ahora que hay menos dinero para calmar los ánimos. Pero, por ahora, el mensaje es que para tomarle el pulso al clima social, al menos ya se nombraron los meteorólogos.
Ricardo Ávila Pinto
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@ravilapinto