Si alguien todavía se pregunta si Juan Manuel Santos no ha tomado la decisión de aspirar a un segundo periodo como Presidente de la República, esa duda debería haber quedado resuelta tras el discurso de instalación de las sesiones ordinarias del Congreso el sábado pasado.
En una extensa intervención, el mandatario no solo resaltó algunos de los logros de su administración, sino que trazó la ruta que, en su concepto, debería recorrer Colombia en los años por venir.
Ese camino pasa por la consecución de la paz, aunque el actual inquilino de la Casa de Nariño señaló que la palabra tiene una concepción mucho más amplia que la del fin del conflicto.
“No es solo el silencio de los fusiles. Es el logro de una mayor seguridad y prosperidad para cada familia colombiana”, señaló.
Conseguir ese objetivo no es un trabajo de doce meses largos, sino que necesita un plazo mucho más largo, así sea para empezar a vislumbrarlo. Debido a ello, el Ejecutivo está tomando decisiones, que incluyen la búsqueda de un triunfo en las urnas en las elecciones de mayo del 2014, con base en un programa en el que el lema de un país más seguro empezará a sonar con insistencia.
Aunque como es usual, en el Capitolio se habló de los grupos armados, los observadores no dejaron de resaltar el énfasis puesto en el combate a la criminalidad de todo tipo.
Así, hubo un llamado explícito al Ministro de Defensa y al Director de la Policía para que las personas a su cargo sean mucho más efectivas en la lucha contra delitos como extorsión, boleteo, hurto de celulares o el tristemente célebre paseo millonario.
También quedó en evidencia que el Gobierno va a tener la mano más dura que en el pasado reciente.
El mensaje a los promotores de los paros fue de rechazo a los bloqueos y vías de hecho “que buscan imponer y no negociar”. La expresión práctica de ese planteamiento se ha visto en los últimos días en la actitud de las autoridades y todo hace pensar que vendrán más dosis de la misma medicina, algo de lo cual seguramente tomarán nota los impulsores de las movilizaciones.
No obstante, tal vez la parte más novedosa del discurso presidencial fue la correspondiente a los temas económicos.
Para comenzar, Santos ratificó que la era de firmar más Tratados de Libre Comercio está llegando a su fin, sin que ello implique renegar de los ya suscritos. Especialmente llamativo fue su llamado al Ministerio del ramo para que se concentre más en la industria que en el comercio, una petición que había sido hecha por múltiples sectores y que ahora, por cuenta de quien la hace, debería ser mejor atendida.
De similar importancia fue el pronunciamiento sobre el objetivo de fijar reglas en el campo, lo cual incluye la definición del modelo agrario, la adjudicación de baldíos y los incentivos al desarrollo rural.
Con una alusión específica a Brasil y a las políticas puestas en marcha por la administración de Lula da Silva, el mandatario insistió en que agroindustria y promoción de la economía campesina no son mutuamente excluyentes.
Aparte de lo anterior, Santos expresó que la ley de infraestructura que hace tránsito es definitiva para romper los cuellos de botella que afectan al sector e igualmente insistió en completar la tarea legislativa en materia de salud. Para quienes leen entre líneas fue elocuente el no haber mencionado el proyecto de pensiones, lo cual implicaría que su presentación quedaría pospuesta hasta nueva orden.
Finalmente, el énfasis sobre las conversaciones con las Farc que tienen lugar en La Habana puso de relieve que el asunto encabeza la agenda gubernamental.
La expresión de Santos de “me la juego por la paz” es elocuente, sobre todo en alguien que es reconocido como muy hábil en una mesa de poker y está acostumbrado a apostar duro cuando tiene buenas cartas en la mano. Y quien, por lo visto, planea alargar la partida durante cuatro años más.
Ricardo Ávila Pinto
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