Ahora sí es posible decir que la decisión está tomada y que ponerla en práctica es cuestión de tiempo.
Con esa frase se podría resumir lo que viene para los colombianos, en cuanto al desmonte del requisito de las visas de corta duración para ingresar a los 23 países de la Unión Europea (UE) que forman parte del llamado espacio Schengen.
Sin entrar en los procedimientos, lo cierto es que en unos meses, las barreras para ingresar a buena parte del Viejo Continente, tanto por negocios como por turismo, serán levantadas.
Adicionalmente, el beneficio se extenderá a Suiza, Noruega, Islandia y Liechtenstein, que a pesar de no integrar el bloque comunitario, también forman parte del mismo esquema.
El grupo se completa con Chipre, Rumania, Bulgaria y Croacia, que se encuentran por fuera del marco citado, pero cuya política de visados es la misma.
En definitiva, son 31 los Estados en los cuales tan solo bastará con presentar el pasaporte vinotinto en el puesto fronterizo correspondiente, sin someterse a los antipáticos trámites de entrada que todavía rigen.
Aun para quienes saben de este tema, la luz verde que se encendió tras lograrse un acuerdo entre la administración de la UE, el Consejo Europeo y el Parlamento, resultó ser mucho más rápida que lo previsto. En un comienzo, cuando España presentó la idea hace cerca de seis meses, consistente en agregar a una lista ya negociada los nombres de Colombia y Perú, recibió una especie de portazo, pues la solicitud se consideró como extemporánea.
No obstante, tal parece que el cabildeo tras bambalinas, en el que también intervinieron los presidentes y las cancillerías en Lima y Bogotá, pudo doblegar las posiciones de los más duros.
En concreto, ya había consenso para que los nacionales de cinco islas del Caribe (como Dominica y Granada) y los de diez del Pacífico (incluyendo a Kiribati, Tuvalu y Vaniatu), además de Timor Oriental, lograran ser eximidos de tener visado.
Cuando se presentó la posibilidad, Emiratos Árabes Unidos se sumó. El resto, fue cuestión de paciencia.
Desde el punto de vista de la lógica había un argumento incontrovertible: es un contrasentido que a los ciudadanos de un país con el cual hay un tratado de libre comercio se les pida visa, a sabiendas de que esta dificulta el desarrollo de las relaciones personales y empresariales.
Teniendo en cuenta que el pacto con la UE empezó a regir hace poco, era consistente que se levantaran las restricciones a la movilidad.
También, claro está, hay elementos de orden pragmático. Mientras los vientos de la recesión soplaban por el Viejo Continente, las economías emergentes se volvieron sitios atractivos para la inversión, siendo la colombiana y la peruana dos de las más destacadas.
Esa circunstancia afectó incluso los flujos migratorios, pues después de la oleada de personas que a finales del siglo XX cruzaron el Atlántico en busca de mejor suerte, comenzaron a retornar los que se fueron y con ellos muchas compañías europeas en busca de contratos y nuevos mercados.
Ante ese interés, no había justificación para ser tratados como parias.
Ahora lo que viene es un largo proceso burocrático que implica decisiones administrativas y legales, dentro del ordenamiento comunitario. Igualmente, hay asuntos bilaterales que deben atenderse, pero el desenlace está definido.
Curiosamente, este coincide con el aumento de la oferta de sillas aéreas para viajar a Europa, pues desde Bogotá será posible llegar a cinco países europeos en julio, después de que se confirmaran los vuelos a Lisboa y Londres.
Aunque no faltarán quienes reaccionen con rabia, tras los traumas que en su momento generó la imposición de la visa, lo importante es mirar hacia adelante.
Y los colombianos deberíamos aprovechar las oportunidades que se abren, en un mundo que nos recibe de forma más amistosa y con el cual hay que estrechar relaciones, sin pedir permiso.
Ricardo Ávila Pinto
ricavi@portafolio.co
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