A comienzos de enero, un comunicado del Cerrejón celebró el que fue considerado un hito para la empresa.
El texto indicaba que durante el 2012 se habían roto todas las marcas existentes, al conseguir una producción de 34,6 millones de toneladas de carbón y exportaciones por 32,8 millones de toneladas.
Dichas cifras le sirvieron a la compañía para reiterar su voluntad de continuar con el proyecto de expansión P40, con el que pretende llegar a 40 millones de toneladas anuales a partir del 2015.
La iniciativa, que contempla inversiones por 1.300 millones de dólares, generaría unos 5.000 puestos de trabajo en la zona sur de La Guajira.
Tales propósitos se encontraron, sin embargo, con un obstáculo.
La semana pasada, el 97 por ciento de los trabajadores sindicalizados de la firma votaron en favor de irse a la huelga, con lo cual se suspendieron las operaciones por primera vez en más de dos décadas.
El motivo no fue otro que el desacuerdo con la administración en torno a varios puntos de la convención colectiva.
Y a pesar de ofertas como un incremento salarial del 5 por ciento o de un bono por firma del pacto de 13 millones de pesos por empleado, que se suman a beneficios de salud como el subsidio del 91 por ciento del costo de la medicina prepagada y ayudas educativas que ascienden hasta 6,7 millones de pesos por semestre, por hijo, los negociadores querían más.
En respuesta, la compañía había advertido que tenía poco margen de maniobra, entre otras razones porque el precio internacional del carbón va en declive y completa una caída cercana al 35 por ciento en los últimos dos años.
La causa es el hallazgo de inmensos depósitos de gas natural en Estados Unidos, gracias al uso de tecnologías no convencionales como la fractura de depósitos de roca en el subsuelo.
Por cuenta de esa técnica, el coloso del norte pasó de importador a exportador del combustible, lo cual ha cambiado radicalmente la canasta energética del planeta.
Aunque sustituir plenamente el carbón como insumo para generar electricidad es algo que tardará muchos años –sobre todo cuando Alemania y Japón empiezan a clausurar sus plantas nucleares– es evidente que la ventana de oportunidad que existe se empieza a cerrar más rápido de lo que se pensaba.
En tal sentido, resulta inquietante la agitación laboral que rodea la explotación del mineral en Colombia.
En meses recientes parte de las exportaciones se vieron suspendidas por la huelga de Fenoco, que maneja los trenes que salen del sur del Cesar, al tiempo que la mina de La Jagua estuvo parada durante largas semanas.
En respuesta, no faltará quien diga que todo el mundo pierde con la suspensión de operaciones. Y aunque eso es cierto, el impacto es relativamente menor para las multinacionales que tienen explotaciones en diferentes partes del mundo y pueden sustituir los despachos a los que se han comprometido.
Como si eso fuera poco, los precios suben cuando se presentan interrupciones en el suministro –la semana pasada lo hicieron en dos dólares por tonelada– y ese hecho ayuda a compensar las pérdidas en Colombia con utilidades en otras filiales.
Por tal razón, el mejor negocio que podrían hacer todos los involucrados en el tema es llegar a un acuerdo rápido, una posibilidad que tomó fuerza durante el fin de semana. Lamentablemente, una facción dentro del sindicato del Cerrejón –afecta a la Marcha Patriótica– había bloqueado, hasta el momento de escribir estas líneas, un eventual arreglo.
Sin embargo, hay que hacer votos para que se llegue a un consenso. Más allá del impacto sobre la economía nacional, las exportaciones o las regalías, el costo social del paro es inmenso y más en un área tan vulnerable.
Y mientas más se demore un acuerdo, mayor será la factura que pasará un conflicto que se puede arreglar fácil, si hay, ante todo, buena voluntad de las partes.
Ricardo Ávila Pinto
ricavi@portafolio.co