Posiblemente el legado más importante que dejó la Cumbre de las Américas que tuvo lugar en Cartagena, hace tres años, fue un mecanismo que no estaba en el radar cuando los líderes de los países del hemisferio empezaron a reunirse de forma periódica. Este responde al título de ‘diálogo empresarial’, y no es otra cosa que un encuentro de alto nivel del sector privado de las 34 naciones representadas en la cita.
Más allá de la agenda académica, que incluye paneles de discusión y la oportunidad de escuchar de viva voz a varios jefes de Estado, lo más importante es tener a los capitanes de centenares de compañías, de variados tamaños, bajo un mismo techo. Estos han dado muestra de que les queda más fácil hablar el mismo lenguaje, aparte de que tengan acentos diversos o usen inglés, francés, portugués o español para expresarse.
A su manera, los empresarios reflejan una realidad. En una región en la que abundan las tensiones diplomáticas y políticas, quienes se dedican al mundo de los negocios se entienden con más facilidad.
El surgimiento de las llamadas ‘multilatinas’, por ejemplo, muestra que son numerosos los casos de firmas que tienen una visión regional y no solo nacional. Ello ha permitido que la integración, que aparece en los discursos oficiales, sin que las barreras disminuyan, tenga bases más firmes en este ámbito.
El sector privado tiene una visión sobre cuáles son las tareas que hay que hacer, si de crear un entorno más favorable se trata. Con base en múltiples experiencias, en Panamá se hicieron una serie de recomendaciones, unas más ambiciosas que otras, que se remitieron a los mandatarios congregados.
Es ilusorio pensar que la lista entregada se va a traducir en decisiones inmediatas. No obstante, el ejercicio es válido, porque identifica una serie de pasos orientados a mejorar la productividad en la región, cuyo bajo nivel en América Latina es el principal responsable de un comportamiento económico mediocre y de la brecha que nos separa de otras zonas de mejor desempeño.
Para comenzar, los empresarios señalan que hay que mejorar la infraestructura y fortalecer el comercio. El atraso que existe, sobre todo en materia vial, cuesta caro, pues condena a vastas áreas al atraso y limita las posibilidades de muchos. Este influye, junto con un esquema normativo inadecuado, para que el intercambio intrarregional esté entre los más bajos del mundo.
Por lo tanto, no queda opción: hacer obras y tomar determinaciones. Vale la pena comenzar con identificar proyectos y desarrollarlos, con el fin de hacerlos financiables. Experiencias como las de Chile –y más recientemente Colombia– muestran que un marco normativo adecuado facilita las asociaciones público-privadas, sin tener que recurrir a veces a recursos estatales. En el caso de las segundas, se debe facilitar el paso de mercancías y personas, adoptando las mejores prácticas internacionales.
El tema de los mecanismos de financiamiento, que comprende desde el fortalecimiento de los mercados de capitales hasta el mayor acceso a los servicios bancarios, es igualmente fundamental. También en este caso se podría hacer un esfuerzo de hablar el mismo idioma, para armonizar legislación y prácticas contables.
La innovación, el espíritu empresarial y el capital humano forman, así mismo, parte de la receta. Tan solo en investigación y desarrollo, el atraso es inmenso, lo que nos condena a ser seguidores y no líderes en el ámbito global.
Por último, los líderes privados consideran que se debe maximizar el potencial de la energía y manejar los recursos naturales. El aumento en la demanda de electricidad, junto con el cambio climático, pone en riesgo uno de los patrimonios que tiene el Continente.
Para minimizar esos peligros, hay que actuar, pues cruzarse de brazos no es una opción. Los empresarios del hemisferio se están moviendo. Ojalá los mandatarios lo hagan.
Ricardo Ávila Pinto
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@ravilapinto