Entre las múltiples estadísticas que genera de forma continua el Dane, pocos reportes son tan interesantes como la Encuesta Nacional de Calidad de Vida, cuya versión para el 2014 fue dada a conocer ayer. Tras sondear a más de 20.000 hogares, distribuidos en nueve regiones del país, el trabajo muestra una llamativa evolución de la sociedad colombiana, desde múltiples y variados ángulos.
Pero antes de mirar algunas facetas específicas, es evidente que ha tenido lugar una clara mejoría en lo que va del presente siglo. El crecimiento experimentado por la economía, combinado con una serie de programas gubernamentales concentrados en los sectores más vulnerables de la sociedad, se traduce en una sensación de prosperidad mayor.
Para citar un caso concreto, ante la pregunta hecha al jefe del hogar o su cónyuge sobre si considera que su grupo familiar es pobre, en el 2003 dos terceras partes de los interrogados contestaron que sí. En el 2008 dicha proporción bajó al 48 por ciento y el año pasado se ubicó en menos de 37 por ciento. Es verdad que se trata de una opinión subjetiva, pero la tendencia se asemeja a lo que revelan otros trabajos, así los números no sean los mismos.
¿Cómo se expresan los avances? En primer lugar, hay un mayor acceso a servicios públicos. Así lo comprueban las conexiones a electricidad que llegan al 98,5 por ciento de los hogares, cuatro puntos porcentuales más que hace diez años largos. Con respecto al acueducto –con una cobertura del 88 por ciento–, el cambio es menos significativo. En contraste, es muy notorio en las conexiones a gas natural, que ahora benefician al 61 por ciento de los encuestados, en comparación con 35 por ciento en el 2003.
La posesión de algunos bienes también es muy diferente. El caso más obvio es el del celular, que el año pasado tuvo una penetración superior al 95 por ciento, cuando a comienzos del siglo estaba en menos del 18 y en el 2008 se ubicaba en 84 por ciento. No menos impresionante es que el 82 por ciento de las familias tiene una nevera (un incremento de 11 puntos desde el 2003) y 58 por ciento, una lavadora, frente a 25 por ciento hace once años.
La movilidad ha variado mucho. El año pasado 3,1 millones de hogares –casi uno de cada cuatro– poseían al menos una motocicleta, una proporción muy distinta al 8 por ciento del 2003. A diferencia de lo que pasa en otras categorías, la presencia de dicho vehículo es muy similar en zonas urbanas y rurales. Para los automóviles, el avance ha sido mucho más lento, de apenas un par de puntos porcentuales, hasta cerca del 14 por ciento.
Hay otras instantáneas que vale la pena mencionar en desorden. A pesar del esfuerzo de construcción de casas, el índice de familias que dicen tener vivienda propia, totalmente pagada, ha pasado de 48 a 41 por ciento, en algo más de una década. Por el contrario, la proporción de personas que están inscritas en el servicio de seguridad social en salud, subió del 52 al 94 por ciento en el mismo lapso.
De otro lado, el número de habitantes por hogar sigue disminuyendo paulatinamente y está en 3,43, en promedio. Sin lugar a dudas es llamativo que los hogares que tienen jefatura femenina son, en la muestra más reciente, cerca del 35 por ciento del total, cuando en el 2003 el dato era inferior al 29 por ciento.
Todo lo anterior muestra que las transformaciones no solo son profundas, sino que no se detienen. En el breve espacio de una década, la situación de los colombianos es muy diferente y muestra un balance positivo, como consecuencia de una época de ‘vacas gordas’, atribuible, en buena parte, a la bonanza de precios de los productos básicos. Ahora que el viento está cambiando, la pregunta es si las mejoras se van a mantener o si el ritmo de cambio será menos rápido de lo que muestra la radiografía del año pasado.
Ricardo Ávila Pinto
ricavi@portafolio.co
@ravilapinto