Una nueva prueba de que América Latina está de moda fue dada ayer por la Cepal en su sede de Santiago de Chile.
Según el organismo multilateral, la inversión extranjera directa que llegó a la región tuvo un salto del 40 por ciento durante el 2010, el mayor de todo el mundo.
Si bien los 112.634 millones de dólares recibidos se encuentran por debajo de los 134.521 millones del 2008, la recuperación después de la fuerte caída de hace dos años es notable.
Tanto, que los expertos aseguran que llegar a un nuevo máximo histórico es cuestión de meses, debido a la buena salud de las economías del área y a su potencial en varios ramos. En medio de ese panorama general, hay realidades específicas.
De tal manera, la mayoría de los recursos entraron a Suramérica, en donde el crecimiento fue de 56 por ciento.
Buena parte de lo sucedido tuvo que ver con Brasil, pues a ese país arribaron 43 centavos de cada dólar registrado, mientras que los siguientes lugares en la clasificación total le correspondieron a México, Chile, Perú y Colombia.
En contraste, en Venezuela el saldo fue negativo ante la salida de capitales, en tanto que en el Caribe tuvo lugar una fuerte contracción que genera nuevas inquietudes sobre el futuro de dicha zona.
Hechas esas distinciones, el balance es alentador. Latinoamérica se ha convertido en un importante polo de atracción de fondos de inversión directa, debido a dos factores fundamentales.
De un lado, la abundancia de recursos naturales cuyos precios han subido como consecuencia del apetito de las economías asiáticas. Del otro, el auge de la demanda interna también ha abierto oportunidades en ramos como los servicios y las manufacturas.
Lo anterior quiere decir que los abundantes depósitos de hidrocarburos y minerales han creado una especie de estampida hacia la región, ya que decenas de empresas quieren desarrollar proyectos para extraer petróleo, gas, oro, cobre o hierro, entre otros productos.
Eso ha venido acompañado de instalaciones para el almacenamiento, transporte o refinación de lo obtenido, ante la firme creencia de que el potencial de mayores yacimientos es todavía inmenso.
A su vez, la disminución en las tasas de pobreza y la consecuente expansión de la clase media, han ocasionado una explosión en el consumo de bienes y servicios. Debido a ello, tanto las compañías de telecomunicaciones como los bancos, pasando por fabricantes de automóviles o electrodomésticos, han encontrado un rico filón que ha exigido ampliaciones en la capacidad instalada.
Sin desconocer que parte del apetito ha sido llenado por las importaciones, también se han construido plantas para atender los mercados internos. En medio de ese panorama, es destacable el auge de la inversión extranjera proveniente de América Latina.
Según la Cepal, el dinero que salió de los países de la región –muchas veces a naciones vecinas– se multiplicó por cuatro en el 2010 hasta alcanzar los 43.108 millones de dólares, lo que constituye un récord. Esa evolución tiene que ver con el afianzamiento de las llamadas multilatinas, nombre que reciben las empresas que tienen operaciones en varias de las capitales de la zona y en las cuales Colombia empieza a figurar, con 6.504 millones de dólares girados, lo que representa un incremento del 111 por ciento.
Semejante desempeño lleva a pensar que las cifras en el futuro cercano serán mucho mayores.
Así lo comprueban las estadísticas relativas a Colombia, en las que queda claro que el país es, al mismo tiempo, un importante receptor y emisor de recursos de Inversión Extranjera Directa.
Si hace unos años los problemas de seguridad parecían habernos borrado del mapa, es evidente que ya no es así, con lo cual aparecerán nuevas oportunidades que ojalá se traduzcan en mejoras sustanciales para la economía y el empleo.