La coyuntura de un cambio de Gobierno siempre viene acompañada de vientos de renovación y Colombia no es la excepción a esa norma no escrita de la democracia. Más allá de las preferencias políticas de cada persona, el arribo de una administración al poder no solo implica caras distintas en los vehículos oficiales, sino nuevos planes y programas, aparte de un estilo diferente de liderazgo.
Así volvió a constatarse una vez Iván Duque recibió la banda tricolor el pasado siete de agosto. Su discurso de posesión que identificó a la legalidad, el emprendimiento y la equidad como las piedras angulares de su periodo presidencial, fue un amplio compendio de iniciativas en múltiples ámbitos.
Especialmente notable es el énfasis en crear un clima de negocios propicio que fomente la inversión y la formalización. En la medida en que se ponga a girar un círculo virtuoso, sería posible no solo acelerar el ritmo actual de la economía, sino crear más y mejores empleos, cuya presencia se encargaría de fortalecer la demanda, dando lugar a oportunidades adicionales.
Nadie dice que conseguir ese objetivo sea fácil. La lista de obstáculos es amplia y comienza por la estrechez de las finanzas públicas, golpeadas por el fin de la bonanza de precios de los bienes primarios. Una reforma tributaria no solo es deseable, sino inevitable, y aunque el Ejecutivo desea que la carga que pagan las personas jurídicas disminuya, el recaudo neto está obligado a aumentar para así acomodar las promesas de campaña y cumplir con la regla fiscal cuyo nivel debe bajar en el 2019.
Aun así, el énfasis en el ramo empresarial es bienvenido. Cualquier anhelo relacionado con consolidar los avances de los últimos años en materia social o disminución de la desigualdad pasa por un sector privado más sólido y apegado a las normas.Qué incluso en medio de circunstancias adversas hay casos admirables, es lo que prueba lo conseguido por Mario Hernández, quien viene de celebrar 40 años en el segmento de la marroquinería.
Crear una marca de lujo con los más altos estándares de calidad es todo un reto que solo logra superarse con persistencia, trabajo y visión de largo plazo. Sus lecciones de vida deberían inspirar no solo a esta, sino a las futuras generaciones de colombianos.
Entre las enseñanzas que transmite este hombre hecho verdaderamente a pulso, está la de preocuparse por elementos que van mucho más allá de lo que dice un balance general o el estado de pérdidas y ganancias. Así sucede con el bienestar de sus trabajadores o la participación en proyectos que benefician a la comunidad.
Dicha experiencia sirve de abrebocas para el informe que, bajo el título de ‘Empresas INspiradoras’ se incluye en la presente edición de la Revista Portafolio y es el resultado del liderazgo de la Andi. Tal como reza el refrán, aquí no están todas las que son, pues este primer grupo cobija a aquellas que inscribieron su nombre, tomándose el trabajo de postular sus iniciativas, quedando en un conjunto que seguramente será mucho más numeroso con el correr de los años.
Más allá de los nombres individuales es importante entender que el prisma con respecto al éxito de tal o cual compañía contempla la contribución al impacto social, el nivel de inclusión y los resultados para el negocio. Los pilares señalados demuestran que es posible conseguir objetivos que hacen sentido desde el punto de vista económico, mientras se impacta positivamente a la comunidad.
Principios como el del valor compartido están implícitos en esta muestra que busca enfatizar que en las circunstancias actuales, es indispensable ampliar el campo de mira. Ahora que llegó la hora de los cambios en las instancias gubernamentales vale la pena insistir en que no hay mejor negocio que el colectivo y que este requiere de un sector privado dinámico, que entienda que el progreso común es la fuente de su rentabilidad en el largo plazo.