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Ricardo Ávila
Editorial

Brecha de percepciones

Desde ahora los analistas van a buscar la razón de por qué, a pesar de sus realizaciones, la administración Santos acabó siendo tan impopular.

Ricardo Ávila
Exdirector de Portafolio
POR:
Ricardo Ávila

Ayer en la mañana, Juan Manuel Santos encabezó el Consejo de Ministros número 218, el último de su administración. Tan pronto terminó un video que resumía los logros del Gobierno, el ambiente formal que impera en el salón que está ubicado a escasos pasos del despacho presidencial, fue interrumpido por un sonoro y largo aplauso a cargo de los integrantes del gabinete. Al agradecer la ovación, la voz del actual inquilino de la Casa de Nariño se quebró, sorprendiendo a quienes lo consideran un hombre de carácter frío.

El emotivo momento casi coincidió con la distribución del sondeo que semanalmente hace la firma YanHaas. De acuerdo con el informe basado en 702 encuestas realizadas en las cinco ciudades más grandes del país, el índice de aprobación a la labor del actual jefe del Estado se mantuvo en 22 por ciento, mientras su desaprobación llegó a 72, cinco puntos más que en la medición previa.

Las dos imágenes resumen la que, a todas luces, es una contradicción. De un lado, un Ejecutivo orgulloso de su gestión, que a lo largo de los últimos meses ha presentado un balance que en otras latitudes habría sido reconocido. Del otro, una opinión con un talante pesimista, que considera, de forma mayoritaria, que el país va por mal camino y que le reconoce nada o muy poco al equipo gubernamental que se va.

A los observadores internacionales les queda difícil entender la paradoja. El motivo es que diferentes mediciones señalan que Colombia está mejor que en el 2010. En el campo social, los índices de pobreza son los más bajos desde cuando existen estadísticas, mientras que la desigualdad es menor. Con respecto al orden público, no solo se logró la paz con las Farc, sino que los crímenes duros como homicidio y secuestro están en niveles que no se veían hace décadas.

Pasando al plano económico, la inflación está bajo control y el crecimiento es aceptable, después de un choque externo comparable, en magnitud, al que se sintió en la época de la Gran Depresión de los años 30 del siglo pasado. La inversión extranjera sigue fluyendo, y en cuanto a las realizaciones, ninguna es más evidente que un programa de infraestructura que triplicó el número de kilómetros de vías de doble calzada.

Hablar de que somos mirados ahora con más respeto que lástima en el mundo, puede sonar a propaganda. Prueba de ello es que ya no es necesaria la visa para entrar a 90 naciones y territorios a lo largo y ancho del planeta, en comparación con 26, hace ocho años. La creación de la Alianza del Pacífico en el 2011 le abrió la puerta a una zona de integración profunda con una buena lista de realizaciones y un enorme potencial.

Todo lo anterior justificaría que los números de Santos fueran mejores, a pesar de las fallas y las promesas incumplidas. Quienes buscan explicaciones culpan a su talante distante, representado en frases como la de “el tal paro agrario no existe”, mientras que otros sostienen que la oposición de Álvaro Uribe sirvió para convencer a la mayoría de la gente de que este es un Gobierno “derrochón”, clientelista y proclive a las prácticas corruptas.

Encontrar un diagnóstico preciso será imposible. Quizás la frase que resume lo ocurrido es que la administración que termina era mejor de lo que decían sus críticos y menos buena de lo que pensaban sus funcionarios. Esa brecha de percepciones acabó derivando en una incapacidad de conectarse con la ciudadanía, lo cual iba más allá de estrategias de comunicación o la publicidad oficial.

Es probable que los números de Juan Manuel Santos mejoren con el tiempo. Algunos extrañaran su apego a los principios de la democracia liberal y otros su respeto a las formas y las instituciones, aparte de valorar los esfuerzos hechos en favor de la paz. Pero por ahora, los aplausos solo se escucharán en recintos cerrados. Como pasó ayer.

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