La esperanza está de regreso. Así podría resumirse el resultado del índice de confianza del consumidor que elabora Fedesarrollo y cuyos números para junio se dieron a conocer ayer. El avance fue de tal magnitud, que más de un economista estará tentado a revisar hacia arriba sus cálculos con respecto al desempeño de la economía colombiana en lo que queda del año.
El motivo es que la evidencia muestra que existe una alta correlación entre la manera en que la gente observa las cosas y el comportamiento de la demanda interna. Si las apreciaciones son mayoritariamente positivas, habrá una propensión más elevada a hacer gastos que se habían aplazado o a tomar créditos con el fin de adquirir diferentes tipos de artículos. Y aunque no todo es cuestión de actitud, pues lo que haya en el bolsillo cuenta, es indudable que ayuda mucho que el vaso se vea medio lleno y no medio vacío.
Aunque la lectura del indicador mostraba una tendencia alentadora que lo llevó a ubicarse en negro desde abril, el avance del mes pasado fue grande. Tanto, que hay que devolverse a enero del 2015 –cuando las condiciones del país eran distintas– para encontrar un nivel superior al observado. Para el recuerdo quedan los momentos oscuros de un bache que duró largo tiempo y que incluso llevó el índice a su punto histórico más bajo hace 18 meses, por cuenta de los escándalos de corrupción y el coletazo de la reforma tributaria.
En la presente oportunidad, lo que llama la atención es el ascenso en las expectativas. A la pregunta sobre si dentro de un año a su hogar le estará yendo mejor, la proporción de respuestas afirmativas supera a las negativas en 38 puntos porcentuales. Más impresionante es el cambio sobre la impresión de que en los próximos doce meses vamos a tener buenos tiempos económicamente, pues si en junio del 2017 el dato era de menos 35, ahora es de 21. Puesto de otra manera, el péndulo cambió radicalmente de lugar.
El factor de mayor peso en esa variación es la valoración sobre la economía familiar, presente y futura, la cual viene en franco aumento. Tampoco es despreciable que la calificación con respecto a la situación del país es mucho menos negativa en este trimestre que acaba concluir, que en los previos. Como consecuencia de ambos factores, la disposición a comprar bienes durables aumentó de forma significativa, algo que ya se había comenzado a notar en las ventas de los almacenes, pero que presumiblemente será más evidente ahora.
El optimismo, vale la pena señalarlo, no es igual en todas partes. Cali ocupa el primer lugar, seguida por Barranquilla, Medellín y Bogotá. Entre las ciudades analizadas, tan solo en Bucaramanga la cifra observada es de uno y no de dos dígitos. En lo que corresponde al nivel socioeconómico, todos están en positivo, si bien el alto fue en donde se vio un impresionante giro con respecto a mayo.
Para los especialistas, la razón de lo ocurrido es esencialmente una: el resultado de las elecciones del mes pasado. Y es que aparte de haberse resuelto la incógnita sobre quién asumirá la presidencia de Colombia el próximo 7 de agosto, la victoria de Iván Duque parece venir acompañada de grandes anhelos en el plano económico, lo cual, a su vez, toca el plano personal. Por ejemplo, hay un alza entre los interesados en adquirir vehículo.
Un consumidor con un talante positivo representa una verdadera oportunidad para el Gobierno que llega. Lo sucedido en Chile, cuando Sebastián Piñera obtuvo la victoria en las urnas, es una clara demostración de que las condiciones políticas se pueden traducir en un dinamismo económico mayor. De hecho, el crecimiento en el país austral duplicó las proyecciones iniciales, al cierre del primer trimestre. Si aquí se envían las señales adecuadas, es factible que suceda algo similar.