La travesía del 2017 es una que la mayoría de los colombianos no recordarán con nostalgia. El año que poco a poco se aproxima a su fin se ha caracterizado por sus vaivenes en los planos político y social, con el marco de la desaceleración de la economía como fondo. Los resultados del Gallup Poll, que se conocieron ayer, muestran que el pesimismo es la nota predominante en la ciudadanía, pues el 69 por ciento de los encuestados opina que vamos por un mal camino.
Sin embargo, el balance para ahorradores e inversionistas institucionales había sido positivo hasta ahora, como lo muestra la evolución de fondos de pensiones o compañías de seguros. La valorización de los títulos de deuda pública, el alza en los índices accionarios o un escenario de tasas de interés predecible fueron factores que se combinaron para que las rentabilidades obtenidas resultaran ser favorables, en medio de pocos sobresaltos.
Quien haya probado suerte en otras latitudes tampoco tiene motivos para quejarse. Con pocas excepciones, el desempeño de las diferentes bolsas podría describirse como positivo, comenzando por Wall Street. Los mercados de bienes primarios y de bonos registraron balances alentadores, con tendencias bastante definidas y vaivenes manejables.
Pero de un tiempo para acá, el viento empezó a cambiar de dirección. Sorpresas en el frente interno y externo hacen que las cosas sean a otro precio, ya que las condiciones variaron, en algunos casos, de manera radical. Para decirlo en una sola frase, la volatilidad de antaño está de vuelta.
Lo anterior no quiere decir que las oportunidades hayan desaparecido, sino que hay que aplicarse más a la hora de encontrarlas. Las personas que tengan aversión al riesgo deberían irse por el camino de la cautela, lo cual equivale a preferir la seguridad. De lo contrario, hay que tener los ojos muy abiertos para no llevarse sorpresas desagradables.
Sin duda, el factor que más pesa en la realidad actual es el externo. El dólar se viene fortaleciendo frente a la mayoría de las monedas, comenzando por el euro y siguiendo por las de las economías emergentes, incluyendo al peso colombiano.
Tanto los resultados de las empresas estadounidenses como la expectativa de que el Banco de la Reserva Federal suba los intereses, impulsan al billete verde. A lo anterior se suma la propuesta de reforma impositiva de Donald Trump, que bajaría las tarifas vigentes para sociedades y personas, lo cual aumentaría utilidades y repartición de dividendos.
Debido a esa circunstancia, Estados Unidos se confirmó como el destino preferido para los capitales financieros. Aunque las cuentas no se conocen aún, se habla de decenas de miles de millones de dólares que han salido del Viejo Continente, Asia o América Latina con destino a la tierra del Tío Sam.
La expresión práctica de lo que pasa es un deterioro de los índices bursátiles, una depreciación de los TES y una notoria devaluación del peso. Para los analistas, la inesperada determinación del Banco de la República de recortar su tasa de interés, el viernes pasado, hace la reacción más notoria, pues la diferencia de rentabilidades esperadas entre una inversión en moneda nacional o en dólares se reduce.
Si esas fueran las reglas del juego de ahora en adelante, bastaría con adaptarse a ellas. El lío es que hay incertidumbres grandes como una eventual derrota de la Casa Blanca en el Congreso norteamericano.
Si eso llega a suceder, el péndulo del entusiasmo se devolvería parcialmente y quienes hablan de burbujas verían reivindicadas sus advertencias. Esa es una razón más para insistir en que la volatilidad regresó, por lo cual hay que extremar precauciones a menos que se prefieran las emociones fuertes y los riesgos que vienen con ellas.