El informe entregado ayer por la Superintendencia Financiera, con respecto al desempeño del sistema financiero en Colombia durante el 2017, tuvo un tono positivo. De acuerdo con la entidad, los activos subieron 7,6 por ciento en términos reales, alcanzando un valor sin precedentes de 1.567 billones de pesos –una cifra que equivale al 173 por ciento del PIB–, mientras que el patrimonio mostró un incremento cercano al 10 por ciento.
Semejante desempeño entrega un parte de tranquilidad, al cabo del que solo podría describirse como un año difícil. La desaceleración de la economía y el menor ánimo de los consumidores se tradujeron en una ralentización en el ritmo de los negocios que llevó a incontables firmas a incumplir sus presupuestos de ventas y ganancias.
No obstante, detrás de las cifras globales están los segmentos que sintieron claramente el viento en contra. Ese es el caso de los establecimientos de crédito (integrados por bancos, corporaciones financieras, compañías de financiamiento y cooperativas), que manejan 39 por ciento de los activos totales y cuyos números aumentaron a un ritmo mucho más lento, como lo comprueba un alza en la cartera de créditos de apenas 1 por ciento.
No obstante, la mayor atención se centró en las utilidades, que bajaron 3,7 billones de pesos y se ubicaron en 8,3 billones. Como consecuencia, la rentabilidad patrimonial de las entidades del sector cayó a 9,9 por ciento, cuando en el 2016 se había ubicado en más de 15 por ciento.
Las causas del deterioro son varias, pero es indiscutible que el principal dolor de cabeza tuvo que ver con la cartera vencida, que experimentó un salto del 37 por ciento y se ubicó en casi 19 billones de pesos al cierre de diciembre pasado. El empeoramiento se notó en el crédito comercial (58 por ciento), seguido por vivienda (28 por ciento), consumo (23 por ciento) y microcrédito (11 por ciento).
En algunos casos, hay explicaciones puntuales. Por ejemplo, la decisión de cancelar el contrato del segundo tramo de la Ruta del Sol, junto con la intervención de Electricaribe, se tradujo en el atraso de billonarias obligaciones bancarias que siguen pendientes de una solución definitiva.
De otra parte, el aumento del desempleo en las capitales más grandes llevó a que muchas personas tuvieran dificultades para mantenerse al día con la hipoteca o pagar a tiempo la tarjeta de crédito. Ello explica por qué la cartera vencida, como proporción de la total, pasó de 3,2 a 4,3 por ciento entre 2016 y 2017.
El deterioro en ese indicador llevó, sin duda, a que se encendieran algunas alarmas. La ventaja es que se han venido haciendo las provisiones contables en los balances, con lo cual existe un colchón suficiente para asumir pérdidas, si se llegara a un caso extremo. Al mismo tiempo, la Superintendencia señala que hay un amplio margen de solvencia, por lo cual el riesgo puede describirse como manejable.
Lo anterior no implica, sin embargo, que las preocupaciones sean de orden menor. Así exista campo de acción, es urgente que se revierta la tendencia y que las solicitudes de préstamo vuelvan a reaccionar, mientras las facturas atrasadas disminuyen.
A este respecto, la creencia en el sector es que el 2018 será mejor para el negocio del crédito. Tanto las perspectivas más favorables en materia económica, como la baja en tasas de interés, que se nota en todos los segmentos, con excepción del de consumo, hacen más llamativo endeudarse. En la medida en que la reactivación se sienta, más temprano que tarde, diferentes índices deberían progresar.
Aun así, la tranquilidad no regresa del todo. El campanazo del año pasado fue lo suficientemente duro para sacudir a un renglón cuya expectativa de recuperación solo se confirmará cuando lo digan las cifras.