En un país de carácter individualista, en el cual lo usual es que cada uno se preocupe sobre todo por lo suyo, hay que resaltar los esfuerzos orientados hacia el bienestar común. Eso es lo que viene de hacer un grupo de destacados empresarios agrupados en Think Tank, un centro de pensamiento, que la semana pasada presentó ante medio millar de sus colegas el resultado de una labor cuyo subtítulo lo dice todo: “partitura para el desarrollo productivo de Colombia”.
El símil que se hace con una orquesta es afortunado. Resulta difícil cuestionar que hoy en día el sonido que emite el país no solo puede calificarse de desafinado, sino que muchos tocan melodías independientes y muy pocos lo hacen de manera virtuosa.
Abundan los ejemplos en los que, al interior del mismo Estado, la mano derecha no sabe lo que hace la izquierda. Como consecuencia, lo que se escucha es una cacofonía que confunde a los empresarios y a la ciudadanía en general, que se siente abandonada a su suerte y está obligada a transitar un camino lleno de todo tipo de obstáculos.
La gran ironía es que esto ocurre en una nación cuyo inmenso potencial nadie discute. Tanto la riqueza de recursos naturales, como la presencia de una población diversa y con ánimo de progresar, nos ubican bien arriba en el listado global de aquellos lugares que podrían experimentar un salto en su nivel de desarrollo.
No se trata de mirar hacia el futuro distante. La visión para el 2025 que se expresa en el documento habla de contar con agroindustria y desarrollo forestal modernos e innovadores; turismo sostenible; industria farmacéutica y cosmética basada en la biodiversidad; sectores dedicados al ocio y entretenimiento; explotación de diversas fuentes de energía, y sistemas alternativos sostenibles de extracción de petróleo y gas.
Los ejes para impulsar las actividades mencionadas permitirían generar empleo, reducir la pobreza e insertarse en las corrientes de la modernidad, aprovechando ventajas comparativas. La manera propuesta de llegar a la meta se basa en un arreglo institucional diferente, en el cual cada cosa esté en su lugar.
La ruta comienza por el apoyo y articulación de la transformación productiva empresarial, que incluye diversificación y sofisticación. La dirección de la orquesta le correspondería a un consejo coordinador que dependería de la Casa de Nariño y tomaría elementos de experiencias de Malasia, Singapur, Corea del Sur o Chile. El brazo operativo de la estrategia recaería en el actual Ministerio de Comercio, que tendría que ser reformado, al igual que ProColombia y Bancóldex.
Es clave la creación de una unidad de transformación tecnológica industrial que fomentaría la investigación básica y se articularía con institutos regionales de extensión. En palabras sencillas se trata de ayudar a modernizar aquellos renglones promisorios, con un énfasis en la investigación. Lo mismo que, por ejemplo, le ha permitido a Chile volverse una potencia agroalimentaria.
Todo lo anterior exige un aparato estatal eficiente, algo que pasa por hacer las cosas de forma distinta, tanto en materia de regulación, como de infraestructura o de ejecución presupuestal, además del combate sin cuartel contra la corrupción, la definición de la tasa de cambio o la promoción de la competencia.
La educación es un tercer eje, que abarca una cirugía a fondo del Sena. Y la lista se cierra con una mirada amplia sobre la infraestructura, desde vial hasta financiera y educativa.
El texto no está escrito en piedra y contará con amigos y críticos. Ahora lo importante es que se debata y que el próximo Gobierno lo tenga en el radar, a sabiendas de que si hacemos más de lo mismo, llegaremos a los resultados de siempre: unas tonadas dispersas y mucho ruido, mientras la orquesta colombiana sigue sin partitura.