Ningún colombiano sabe a ciencia cierta cuándo comenzó la temporada electoral que termina este domingo. Algunos señalan la renuncia de los funcionarios que participaron en la administración de Juan Manuel Santos para no inhabilitarse, mientras que otros hablan del momento en que el primer interesado en ceñirse la banda tricolor lanzó su sombrero al ruedo. Sea como sea, el proceso ha sido largo y la opinión muestra síntomas de agotamiento, como el caleño que interpuso una tutela, cansado de tanta política.
No obstante, eso no quiere decir que haya que bajarse del tren antes de tiempo. Ojalá la jornada del próximo domingo confirme que los índices de abstención están bajando y que millones de personas ejercen su derecho de escoger al candidato de su preferencia en un ambiente de paz. Para usar el símil futbolero, el partido no ha terminado así el reloj diga que el tiempo está próximo a cumplirse.
Como aquí no hay posibilidad de un empate, las opciones se limitan a Iván Duque y Gustavo Petro. Ambos llegaron a esta fase en representación de dos visiones muy distintas sobre el camino que debe recorrer el país. Limitar la confrontación a una que contrapone la derecha contra la izquierda es una simplificación excesiva de lo que está en juego. Mientras el postulante del Centro Democrático ofrece la posibilidad de hacer cambios dentro del sistema establecido, el de la Colombia Humana se presenta como una fuerza disruptora, más orientada a romper las estructuras existentes y a crear unas nuevas.
Aunque lo fácil en estos casos es estigmatizar a los contradictores de turno y cuestionar sus capacidades mentales –como sucede en la cloaca de las redes sociales– el ganador en las urnas está obligado a convocar a los colombianos a seguir por la misma vía. Ello demanda entender por qué una parte de la opinión apoya ideas contrarias a las que promulga el lado triunfador. No menos importante es reconocer la presencia del voto en blanco, una especie de grito silencioso para que el carril preferido sea el del centro.
Igualmente, es clave mirar los asuntos urgentes. La gente se siente insatisfecha con la situación actual, lo que es evidente en las encuestas, pues las preocupaciones principales están relacionadas con empleo, educación, salud, corrupción e inseguridad. El desarrollo del acuerdo de paz está más abajo en la lista, aunque subiría en las prioridades si se quiere dar marcha atrás a lo pactado y sube la violencia.
Para tener posibilidad de concentrarse en tantos pendientes y avanzar, la condición necesaria es la buena salud de la economía. A este respecto, vale la pena preguntarse cuál es el candidato que garantiza un marco más propicio para la inversión privada y un manejo más responsable de las finanzas públicas. La opinión de Portafolio es que Iván Duque cuenta con el equipo y la visión para hacer la tarea y enfrentar los retos que trae el presente, que no son pocos.
Gustavo Petro ha acertado en señalar muchas de las injusticias que caracterizan a Colombia y su mensaje encuentra eco en millones de personas. Sin embargo, el populismo no es la solución a los males que nos aquejan, ni mucho menos la presencia de entidades estatales en actividades en las que falló estrepitosamente en el pasado. A lo anterior se suman las inquietudes que dejó su gestión en la Alcaldía de Bogotá, donde cumplió pocos de los propósitos fijados.
Para mejorar la tasa de crecimiento se requieren señales que contribuyan a aminorar el pesimismo e impulsar la confianza de empresas y consumidores. A lo anterior se suma la capacidad de construir consensos y sacar adelante reformas inaplazables, en materia pensional o fiscal. Y un presidente que no escuche los cantos de sirena de los extremos es el que tendrá mayores probabilidades de conseguirlo.