En contra de lo que ocurrió la semana pasada, cuando la turbulencia en los mercados financieros se sintió en las más diversas latitudes, la actual podría describirse como relativamente tranquila. Más allá de los altibajos usuales en los precios de bienes primarios, bonos o acciones, los titulares de la prensa especializada se han centrado en la evolución del huracán Florence o incluso en la aparición de los nuevos integrantes de la familia iPhone.
No obstante, los expertos señalan que esa sensación de calma puede ser efímera, sobre todo en lo que atañe a los países emergentes. Y es que diez años después de la bancarrota de Lehman Brothers, considerada el comienzo oficial de la crisis financiera del 2008, las miradas inquisidoras están más concentradas en las naciones en desarrollo que en las industrializadas.
La lista de las economías bajo observación es amplia, aunque se limita a aquellas que por su tamaño pueden ser fuente de contagios. Dado los vasos comunicantes que existen en el sistema capitalista, vale la pena recordar que un dolor de cabeza en un continente, tiene el potencial de convertirse en la jaqueca de otro.
En lo que atañe a Latinoamérica, las inquietudes se concentran en tres lugares. Argentina sigue en su propósito de conseguir que el Fondo Monetario le amplíe el programa de ayuda, por cuenta del cual ya obtuvo el desembolso de 15.000 millones de dólares. Salir de la encrucijada actual le obliga a reducir, tanto su déficit externo como presupuestal, lo cual depende de un fuerte ajuste que ha sido motivo de protestas.
También hay nerviosismo respecto a Brasil. Para comenzar, el crecimiento es bajo y el déficit fiscal se acerca al 8 por ciento del PIB. Tales señales sugieren que se requiere una cirugía, pero todo depende del gobierno que llegue, y en este caso las perspectivas no son buenas. Si las encuestas tienen razón, Jair Bolsonaro y Fernando Haddad se disputarán la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, lo cual aumenta la probabilidad de un clima de polarización mayor, justo cuando se requieren acuerdos de amplio espectro para reformar las pensiones o los impuestos.
Por su parte, México es un acertijo. Andrés Manuel López Obrador se pondrá la banda presidencial en diciembre y hasta entonces está por verse el rumbo que toma. No es claro aún qué va a pasar con la política de apertura energética o con el propósito de mantener la casa en orden. El fantasma de una confrontación con Estados Unidos está más difuso ahora, después de que se negociaran las modificaciones al tratado de libre comercio, pero el proceso de aprobación a los cambios ni siquiera ha comenzado.
Si se mira más allá de los océanos que bañan las Américas, se encuentran otros casos problema. Uno es Turquía, cuyo desequilibrio externo va al alza, mientras la inflación toma velocidad y la moneda local se desploma. Tampoco le va bien a Suráfrica, afectada por una pavorosa sequía y víctima de años de malos manejos por parte del anterior presidente, que resultaron en una fuerte recesión.
Aunque las cifras de Rusia van mejor, el rublo ha caído por cuenta de las sanciones impuestas por Estados Unidos. China mantiene su crecimiento estable, si bien está por verse el efecto de la guerra comercial que le declaró Donald Trump y que podría abarcar a buena parte de sus exportaciones. A pesar de que India avanza bien, el alza en los precios del petróleo la golpea con fuerza. Indonesia ha visto un deterioro de sus indicadores. Cada una de esas naciones tiene a la rupia como moneda y tanto una como la otra se han devaluado.
En este listado, el nombre de Colombia brilla por su ausencia. La corrección de algunos desbalances y un ritmo de expansión aceptable nos tienen fuera del radar de las urgencias. Hay que hacer la tarea para que ese siga siendo la norma en el futuro.