Tal como lo exige el calendario, mañana Juan Manuel Santos instalará las sesiones del Congreso que resultó elegido en marzo pasado. La nueva conformación del Senado y la Cámara de Representantes, al igual que las dinámicas políticas propias de estas fechas, hacen pensar que el mandatario será recibido con cierta frialdad por parte de quienes le apoyaron a lo largo de ocho años de Gobierno, para no hablar de sus opositores en la izquierda y la derecha.
Pero el aplauso de despedida que reciba el Presidente saliente posiblemente no esté en la mira de los observadores. Unos se fijarán en la conformación de las mesas directivas de ambas caras, lo cual servirá para tomarle el pulso a la fuerza de las diferentes bancadas y en particular a aquellas cercanas a quien llegará a la Casa de Nariño el 7 de agosto. Otros estarán atentos a las caras nuevas, comenzando por los que ocuparán las diez curules entregadas a las Farc en desarrollo del acuerdo de paz, al igual que al retorno de Gustavo Petro al Capitolio.
No obstante, una vez termine la ceremonia y se conozca la distribución de las fichas, lo importante es centrarse en una agenda legislativa amplia, que deberá adaptarse a las prioridades de la administración que llega. Quienes saben cómo son las cosas, ahora que el periodo de la cabeza del poder Ejecutivo vuelve a ser de cuatro años, señalan que los verdaderos cambios se consiguen en la primera legislatura, pues con el paso del calendario los parlamentarios se vuelven más exigentes. Dicho de otra manera, la luna de miel existe y hay que aprovecharla.
En consecuencia, es de esperar que Iván Duque tenga una estrategia orientada a presentar un buen número de proyectos de ley, con el fin de maximizar los resultados de aquí a final de año. Ello no lo exime de ignorar las iniciativas que vienen en tránsito, pues algunas de ellas le podrían ser útiles, mientras que otras acabarán engavetadas si van en contra de sus promesas de campaña.
Así sobre el papel la administración entrante cuente con las mayoría para conseguir la aprobación de lo que le interese, la época que arranca no será fácil. Aparte de que la oposición promete hacer uso de las citaciones a los altos funcionarios con el propósito de adelantar debates de control político, mantener a los partidos que respaldan al Presidente entrante en el redil, será todo un desafío. Cuotas burocráticas y partidas presupuestales serán exigidas, mientras la opinión estará atenta a seguir las denuncias que se hagan con respecto al uso de la conocida ‘mermelada’.
En el menú legislativo habrá varios platos fuertes. En lo que atañe a la economía, la discusión sobre el presupuesto será clave y estará atada al proyecto de reforma tributaria que, en principio, reflejaría el compromiso de recortarles tarifas a las empresas, además de examinar incentivos a la inversión y medidas en contra de los evasores. Cumplir con la regla fiscal será una camisa de fuerza, al igual que pasar el examen de las firmas calificadoras de riesgo que nos tienen en matrícula condicional.
Por otra parte, está por verse si hay voluntad de meterle el diente a las pensiones y la salud, dos verdaderas ‘papas calientes’. Reglamentar las consultas populares y mirar la normatividad sobre tierras, son puntos considerados como inaplazables. Las reformas a regalías, participaciones y el fondo de ciencia y tecnología también están en el orden del día.
Lo anterior se suma al desarrollo de los acuerdos de paz o a las propuestas que vengan en otros campos, desde lo judicial hasta la seguridad ciudadana. Si bien para no congestionar algunas comisiones habrá proyectos que deberán hacer fila, el mensaje es que el espacio para sacar adelante las leyes importantes es corto. Por eso es que la administración Duque no puede perder tiempo en lo que no sea sustantivo.