Las matemáticas son implacables a la hora de dar su veredicto. Tras la publicación de los datos sobre crecimiento de la economía colombiana en el segundo trimestre, queda confirmado que el viento debe soplar con mucha más fuerza en la parte final del 2017 para que se cumpla la meta oficial del año, que es del 2 por ciento.
Y es que entre enero y junio, la expansión del Producto Interno Bruto apenas alcanzó el 1,2 por ciento, debido al desánimo de múltiples sectores: apenas tres de los nueve renglones analizados lograron superar el promedio. Si se trata de subir ese número hasta el objetivo fijado por el Gobierno, sería obligatorio más que duplicar la velocidad observada hasta ahora, algo que es menos sencillo de lo que parece.
El tamaño del reto es conocido por la administración Santos. Durante la Asamblea de la Andi, que tuvo lugar en Cartagena, la semana pasada, el Ministro de Hacienda presentó las proyecciones hechas por los técnicos de su despacho, las cuales incluyeron el mismo 1,3 por ciento correspondiente al balance entre abril y junio que entregó el Dane el día de ayer.
Si bien a nivel de cada segmento los números resultaron distintos, el mensaje es que el Ejecutivo le apuesta a un aumento notorio en el comportamiento del PIB. De acuerdo con los pronósticos, en el tercer trimestre el crecimiento sería del 2,4 y en el cuarto del 2,8 por ciento.
¿Qué se requiere para que así sea? Para comenzar, es indispensable que la minería detenga su caída, lo cual implica tocar un piso en lo que atañe a la extracción de petróleo, mientras el carbón se estabiliza y el níquel mejora. El oro es toda una incógnita, pues la ilegalidad reina en su explotación.
No menos importante es que la industria regrese a cifras positivas. Es verdad que la Refinería de Cartagena, cuyo peso en el agregado de las manufacturas es notorio, debería dar una mano, pero ello no es suficiente. Diferentes acápites, que van desde las bebidas hasta los automotores, necesitan una recuperación, aparte de los casos críticos como textiles y confecciones. La rebaja en aranceles, anunciada el viernes ayuda a bajar costos, aunque la esperanza es que la ofensiva contra el contrabando, la competencia desleal y la informalidad arrecien.
Por su parte, la construcción está en mora de cumplir con las expectativas depositadas en ella. En lo relacionado con las edificaciones, el ambicioso programa de subsidios dirigido tanto a las viviendas de interés social, como a las de mayor valor, debería traducirse en que para finales del año tenga lugar la reactivación anhelada.
Más ambicioso aún es lo que se requiere en las obras civiles, cuyo crecimiento tendría que superar el 10 por ciento durante el último trimestre. Para que eso pase, habrá que alejar las nubes que se ciernen sobre el programa de concesiones viales de cuarta generación, lo cual incluye completar los cierres financieros de una decena de proyectos de gran envergadura.
La lista de requisitos para que la economía se comporte mucho mejor en estos meses comprende, igualmente, mejores ventas del comercio, las mismas que servirían para que el transporte sea más dinámico. A su vez, el sector financiero no puede desfallecer, al tiempo que la agricultura necesita mantener su velocidad de crucero.
En la ecuación es clave que la confianza de los consumidores suba. En tal sentido, la baja en la inflación y el recorte de las tasas de interés ayudan, pero hay otros elementos que determinan el gasto de los hogares, como la calificación sobre la realidad del país. Para que esa visión sea más positiva, el mensaje de las autoridades debería ser optimista, sin el triunfalismo usual que pinta una situación mucho mejor de la que percibe la gente. Un positivismo ‘humilde’ ayudaría a que los ciudadanos piensen que el vaso está medio lleno y no medio vacío, con lo cual el ‘Colombia repunta’ dejaría de estar solo en los discursos oficiales.
Editorial
Positivismo ‘humilde’
Llegar a la meta de crecimiento de la economía de 2 por ciento en el 2017 es posible, pero exige suerte y buenas decisiones.
POR:
Ricardo Ávila
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