La larga espera de cuatro años terminó. A partir de hoy, cuando suene el pitazo inicial del partido entre Rusia y Arabia Saudita comenzará la fiesta del fútbol, el evento deportivo más seguido del planeta.
De acuerdo con una firma británica, la audiencia acumulada a lo largo de los próximos 30 días llegará a 10.800 millones de personas, un 14 por ciento más que en Brasil.
Prácticamente no habrá rincón del globo en que no exista una pantalla de televisión encendida o alguien observando el juego a través de celulares, tabletas o computadoras.
Con semejantes índices de sintonía, la danza de los millones es intensa. Aparte de los derechos de transmisión, están las ventas de publicidad y el esfuerzo de las marcas multinacionales por posicionarse en cualquier latitud, así algunas hayan preferido disminuir su visibilidad debido a las políticas de Vladimir Putin y las sanciones que le fueran aplicadas a Moscú desde la invasión a parte de Ucrania.
Tampoco es despreciable la suma que mueven los hinchas. Aparte de los que viajaron a territorio ruso, están los que compran camisetas, hacen el esfuerzo por adquirir un nuevo televisor y abarrotan bares y restaurantes. La otra cara de la moneda está relacionada con las pérdidas en productividad de aquellos que en lugar de trabajar deciden cambiar su orden de prioridades a lo largo de estas cuatro semanas.
Aun así, el impacto sobre la economía global es menor. Un análisis del banco HSBC mostró recientemente que el volumen de negociación de ciertas opciones de inversión, como los bonos públicos alemanes, disminuyó durante tres de los cuatro últimos torneos, pero la desviación no es significativa. Tampoco es grande el impacto en lo que atañe a un país. Cuando España ganó la copa del 2012 estuvo de fiesta varios días, aunque eso no la hizo salir de la pavorosa recesión por la que atravesaba.
Ninguna de esas cuentas, como es de imaginar, pasa por la cabeza de la mayoría de los hinchas, cuya obsesión es el triunfo del equipo de sus preferencias, que no necesariamente es el de sus amores. Sobre el papel, hay planteles más poderosos que otros, si bien la historia muestra que las sorpresas son posibles.
No obstante, los analistas más rigurosos se atienen a los modelos predictivos. Goldman Sachs, por ejemplo, usó herramientas modernas que incluyeron bases de datos y algoritmos para concluir que la final más posible es la de Brasil y Alemania, mientras que Nomura se inclinó por Francia y España. Vale la pena anotar que los auriverdes son los favoritos de los apostadores con sede en Londres.
En lo que respecta a Colombia, las expectativas son moderadas. Los ejercicios citados nos ubican en la ronda de los 16 que sobrevivirían a los grupos originales, pero no más allá. Tanto Bélgica como Inglaterra podrían ser nuestros eventuales verdugos y si llegáramos a superar ese escollo los siguientes rivales serían brasileños o alemanes en los cuartos de final, los huesos más duros de roer.
Sea como sea, la Copa Mundo es la oportunidad de que el país pueda distraerse con un tema que sirve para unirnos a todos bajo una bandera. En una sociedad tan polarizada como la colombiana eso no es poca cosa, por lo cual es de esperar que la fecha del martes que viene posibilite dejar atrás los recuerdos de la larga temporada electoral que concluye el domingo. Los que hayan visto a su candidato perder y los que se sientan triunfadores habrán de dejar la política a un lado para concentrarse en el desempeño del onceno dirigido por José Pékerman.
Si este revive la magia de hace cuatro años, la transición hasta la llegada del nuevo Gobierno será más fácil. Eso puede darle un impulso inicial al consumo, algo que sería un buen preámbulo para el partido que comenzará el 7 de agosto, en el que estará en juego mucho más que un trofeo.