Hay documentos que deberían ser de lectura obligatoria para ministros de Hacienda y banqueros centrales.
Así ocurre con el pronunciamiento que hicieron en Washington hace un par de días los integrantes del Comité Latinoamericano de Asuntos Financieros, compuesto por un grupo de prestigiosos economistas de la región, cuyos encuentros son auspiciados por la Corporación Andina de Fomento, Felaban y el Banco Mundial, y que expresa sus opiniones con total independencia.
Entre sus integrantes están nombres tan conocidos como el del argentino Guillermo Calvo, el chileno José de Gregorio, el venezolano Ricardo Hausmann, la cubano-americana Carmen Reinhart y los colombianos Alberto Carrasquilla y Guillermo Perry. Se trata de un conjunto diverso, en el que sobran los enfoques.
A la luz de tales antecedentes llama la atención que se haya dado a conocer una postura que nace del consenso y que lleva como título “Los riesgos ocultos de América Latina”.
Según esta, hay elementos en el horizonte mundial que deben ser tenidos en cuenta, pues la situación de los últimos años no necesariamente será la del futuro.
En tal sentido, las tasas de interés internacionales que se encuentran en niveles históricamente bajos, no durarán para siempre. Es cierto que mientras el clima recesivo actual persista, los bancos centrales de Estados Unidos y Europa seguirán inyectándoles liquidez a los mercados, pero tarde o temprano llegará el momento del apretón.
Cuando eso suceda, el costo de financiarse subirá, lo cual les puede generar dolores de cabeza a los países o a las empresas que se hayan apalancado demasiado por fuera.
Por otra parte, el Comité sostiene que se viene un efecto ‘resaca’ para un buen número de economías, debido a que el auge en los precios de las materias primas está llegando a su fin. Junto a esa realidad, ciertos sectores han sido afectados por la llamada ‘enfermedad holandesa’, que en Colombia se ha expresado en una pérdida de vigor de la industria y un alza en los valores de activos como la finca raíz.
Por cuenta de ambas realidades, arriesgamos a quedarnos con el pecado y sin el género. Es decir, sin el impulso de las mayores ventas de productos básicos y con una base productiva disminuida.
Como si lo anterior fuera poco, hay un riesgo fiscal enorme que pocos quieren ver. En Chile, por ejemplo, los ingresos estatales provenientes del cobre serán este año la mitad de los del 2012, algo que les puede suceder a las finanzas públicas colombianas que derivan la tercera parte de sus rentas de la actividad minero-energética.
Para completar el panorama, un descenso abrupto en las exportaciones, atribuible a las menores cotizaciones del petróleo o el carbón, dejaría al descubierto un gran desequilibrio en las cuentas externas, por lo cual no es improbable que se disparen las tasas de cambio.
Tales predicciones son importantes, no solo a la hora de prever cambios y prepararse para lo que venga, sino como insumo en las decisiones de las autoridades.
En tal sentido, lo más audaz en lo dicho por el Comité es el mensaje a los bancos centrales que -en su concepto- deben salirse de la ortodoxia de los últimos años.
Una manera es dejar de ver el manejo de la tasa de interés como el único instrumento de la política monetaria, y usar otras herramientas como requisitos de liquidez, encajes, provisiones y requerimientos de capital.
No menos importante es el consejo de realizar intervenciones cambiarias anunciadas, a la hora de combatir la apreciación de la moneda, lo cual confirma lo hecho por el Banco de la República.
Pero sin duda, el mensaje de fondo es que enfocarse en un solo objetivo, el de la inflación, puede generar trastornos como el de la revaluación, con lo cual hay que tener un prisma más amplio. Falta ver si tales admoniciones caen en terreno fértil o no.
Ricardo Ávila Pinto