Para aquellos que gustan de leer con detenimiento los pronunciamientos oficiales, no pasó desapercibida una frase del comunicado expedido el viernes pasado por el Banco de la República: “los nuevos registros de actividad económica para el tercer trimestre sugieren un dinamismo mayor que el proyectado”.
De acuerdo con el Emisor, las señales apuntan en esa dirección. Desde el punto de vista del gasto de los hogares, este parece haber ganado dinamismo, si bien el Índice de Confianza del Consumidor mostró un retroceso reciente. En lo que atañe a sectores productivos, los indicadores de la industria, el comercio y la construcción están por encima de las expectativas de hace unos meses. Para completar, tanto el ramo edificador como el de obras civiles pintan bien, en la medida en que los planes relacionados con la vivienda y el desarrollo de la infraestructura vial comienzan a concretarse, lo cual influye positivamente sobre la inversión.
Por cuenta de los factores mencionados, la entidad revisó al alza su pronóstico sobre la economía colombiana. Ahora, la cifra más probable para el 2015 es 3 por ciento, dos décimas por encima de lo proyectado previamente.
El mensaje coincide con un reporte entregado por el Dane ayer, que tiene su propia manera de tomarle el pulso a la situación. Para la institución, el indicador de seguimiento a la economía, que elabora mes a mes, mostró en agosto una mejora del 4 por ciento con respecto al 2014. El dato es el mejor en casi un año y sugiere que después del fuerte bache experimentado en el primer semestre, las cosas están mejorando.
La sensación de que lo peor ya pasó es compartida por el sector privado. La encuesta que hace Fedesarrollo entre los industriales empieza mostrar más luces que sombras. Por su parte, los balances empresariales se ven sólidos, con excepción de aquellas compañías que han sentido en carne propia la descolgada en los precios de los productos básicos.
Lo anterior, claro está, no quiere decir que los vientos fríos cesaron. Incluso en este escenario más favorable el crecimiento del Producto Interno Bruto será moderado y quizás insuficiente para impedir que el desempleo se ubique por encima de los mínimos alcanzados.
En lo que atañe a las cuentas públicas, nada parece haber cambiado. El descenso en las cotizaciones del petróleo se prolonga, impactando con fuerza las utilidades de Ecopetrol. Tal como lo señala el presupuesto del 2016, la austeridad será obligatoria y es factible que sea necesario sacar la tijera para que la meta del déficit fiscal se cumpla.
Aun así, las sensaciones sobre lo que viene son mejores. El comienzo de operaciones de Reficar –el proyecto industrial más grande en la historia del país– se va a sentir en las cifras del renglón manufacturero. Y hay una sustitución de importaciones en marcha, que favorece a aquellas fábricas que tenían capacidad instalada ociosa.
Para que esos retoños verdes se multipliquen y echen raíces, se necesita que las ventas al exterior reaccionen. Ese objetivo no es fácil pues en Venezuela y Ecuador, que son nuestros compradores naturales, se han venido cerrando puertas. A pesar de ello, el ingreso en pesos de exportadores consolidados, como los floricultores, viene en alza, mientras que los cafeteros se aprestan a cerrar un buen año. Falta, en todo caso, que actividades con mayor valor agregado ganen presencia en los mercados internacionales, aprovechando los tratados de libre comercio ya suscritos.
Pero más allá de esas posibilidades, los mensajes recientes son relativamente tranquilizadores. Cada vez son más los analistas que afirman que este semestre el crecimiento de la economía superará el 3 por ciento, y que el próximo podría ser mejor. Como siempre, hay que tomar las apuestas más entusiastas con un grano de sal, lo cual no impide reconocer que el pesimismo empieza a perder terreno. Y eso no es poca cosa.
Ricardo Ávila Pinto
@ravilapinto