El cambio de mando que se protocolizó ayer en Ecopetrol, cuando Juan Carlos Echeverry tomó posesión como presidente de la empresa, coincidió con otra noticia: la voladura de un tramo del oleoducto entre Caño Limón y Coveñas que obligó a suspender el bombeo de crudo. La zona fue la usual, esta vez en jurisdicción del municipio de Cubará (Boyacá) y aunque los autores no han sido identificados plenamente aún, todo apunta al Ejército de Liberación Nacional que parece haber lanzado otra ofensiva que incluye un saldo sangriento y desdice de su supuesta voluntad de paz.
El ataque, a decir verdad, es apenas el tercero en lo que va del 2015 y el primero que hizo necesario el cierre de la llave por la que corre el combustible, al menos de forma temporal. La tregua unilateral decretada por las Farc, como muestra de buena voluntad por cuenta de las conversaciones que se adelantan en La Habana, ha incidido en que la actividad terrorista de este tipo sea diez veces menor que en igual lapso del año pasado.
Por cuenta de esa situación, el país ha podido compensar, en parte, la descolgada que han tenido las cotizaciones internacionales de los hidrocarburos. Más allá de que los precios bajaron a casi la mitad de lo registrado hace 10 meses, el volumen producido ha estado cómodamente por encima del nivel simbólico de un millón de barriles diarios.
En el propósito de continuar por encima de ese punto de referencia, la tubería que conecta al departamento de Arauca con el Caribe es clave. El motivo no es solo porque permite sacar el petróleo de la zona que limita con Venezuela, sino porque está unida al Oleoducto Bicentenario que nace en el Meta. Dicho de otra manera, un atentado dinamitero golpea no a una, sino a varias regiones al tiempo.
Como si lo anterior no fuera suficientemente inquietante, hay un grave antecedente. Por esta época del 2014 tuvo lugar una situación similar que, en principio, debería haberse solucionado con rapidez. Los técnicos encargados de hacer las reparaciones conocen perfectamente los protocolos que se deben usar y tienen una amplia experiencia, debido a los centenares de actos similares, sucedidos en casi tres décadas.
No obstante, en aquella ocasión el territorio involucrado comprendía un terreno perteneciente a integrantes de la comunidad U’wa. Si bien no se trataba de un resguardo indígena, esta se opuso a la entrada de las personas que debían hacer el arreglo y plantearon una serie de solicitudes, sobre todo de tipo monetario.
Las negociaciones duraron casi un par de meses y aunque al final hubo humo blanco, el costo fue inmenso, pues no solo se dejaron de bombear unos 70.000 barriles de petróleo diario –cuando todavía estaba cerca de los 100 dólares–, sino que fue obligatorio invocar la cláusula de la fuerza mayor, ante la imposibilidad de cumplir los contratos de exportación firmados. Puesto de otra manera, la pérdida no solo fue de dinero, sino también de reputación.
Ahora que existe el peligro de que las tácticas terroristas vuelvan, es obligación de las autoridades extremar las precauciones con el fin de impedirlas. Ecopetrol es el principal interesado, pues es el mayor productor. En el primer bimestre, el promedio de lo extraído fue 725.000 barriles diarios, 20.000 más que un año atrás.
Vale la pena aclarar que por ahora el daño es manejable, sin desconocer los estragos ecológicos que ocasiona el crudo derramado. En Cravo Norte hay capacidad de almacenamiento que equivale a diez días de producción, con lo cual si la refacción se hace con velocidad, no habrá líos mayores.
Aun así, hay que mantener la guardia alta y aprender de los errores del pasado. Y aunque la responsabilidad del tema recae en los ministerios de Minas y Defensa, a Echeverry ya le apareció un dolor de cabeza que –a diferencia del pasado– no se puede volver recurrente.
Ricardo Ávila Pinto
ricavi@portafolio.co
@ravilapinto