Es tan solo una décima de punto porcentual, pero el hecho de que el desempleo en octubre pasado subiera frente al de hace un año, fue suficiente para que algunos analistas hicieran sonar las alarmas. Según los más extremos, empieza a verse un debilitamiento del mercado laboral que concuerda con el menor ritmo que se prevé para la economía colombiana en los meses que vienen.
Afortunadamente, una mirada cuidadosa a las cifras muestra que no hay motivos reales para preocuparse, al menos por ahora. Es cierto que unas luces amarillas se han encendido, pero otras han pasado a color verde, por lo cual hay razones para mantener la calma. Puesto de otra manera, el gran motor que ha sido la demanda interna, alimentado por unas tasas de ocupación que van al alza, sigue girando bien.
En tal sentido, hay que recibir con tranquilidad el parte entregado por el Dane el viernes, cuando reportó que la proporción de colombianos sin trabajo, dentro de los que integran la población económicamente activa, llegó al 7,9 por ciento en el décimo mes del 2014. El dato es el segundo más bajo para dicho periodo en lo que va del siglo y, por razones estacionales, será el punto mínimo del año, pues es en esta época que se amplían las nóminas ante la inminencia de la temporada navideña.
De manera complementaria, en las 13 áreas metropolitanas la desocupación se mantuvo en el 8,7 por ciento, a pesar de un salto de dos puntos porcentuales en la tasa global de participación. En otras palabras, un volumen importante de ciudadanos salió a buscar oficio y lo encontró. La cara menos agradable de la moneda es que los índices que miden el subempleo en diversas formas también subieron en forma considerable.
Que el rebusque tuvo su cuota de responsabilidad en lo ocurrido, lo demuestra el renglón de trabajador por cuenta propia, que registró una importante expansión en el trimestre móvil que va de agosto a octubre. Sin embargo, esa es apenas una parte de la foto, pues la clasificación más dinámica de todas fue la de obrero y empleado particular. En palabras más precisas, no se puede decir que la informalidad haya sido la principal fuente de los nuevos cargos.
Otro ángulo interesante es el que tiene que ver con la variación de la población ocupada, según ramas de actividad. Si bien el segmento que más subió fue el de actividades inmobiliarias, el más destacado fue la industria, con una expansión del 7,2 por ciento en el número de trabajadores. Ese repunte es muy llamativo, pues da para pensar que si el nivel de la tasa de cambio se mantiene en los niveles actuales, podría haber un renacer en las actividades manufactureras, ya que un buen número de productos nacionales podrán recuperar el terreno perdido frente a los importados.
En contraste, la categoría ‘otras ramas’ redujo la cantidad de gente enganchada en 2,6 por ciento. Ahí se encuentra la explotación de minas y canteras, un área que se ha visto golpeada por las menores cotizaciones del carbón y el oro.
Desde el punto de vista regional, también hay cambios notorios. Barranquilla ya no es la ciudad con el menor desempleo de Colombia, pues ahora es superada por otras cinco capitales. Especialmente destacable es el caso de Cartagena, que no solo es la de mejores guarismos, sino cuya desocupación disminuyó en dos puntos porcentuales en el último año. Bogotá y Bucaramanga no van muy atrás y se consolidan igualmente en esta materia.
Pero más allá de los altibajos propios de las mediciones mensuales, el mensaje de fondo es que el balance en este asunto fundamental es positivo. A la luz de la descolgada en los precios del petróleo y las inquietudes que se abren hacia el futuro, el desafío de la política económica será el de preservar las condiciones para que no se pierda ni siquiera una parte del terreno avanzado. El clima social, depende de ello.
Tranquilidad, por ahora
POR:
Ricardo Ávila
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