Ha pasado una semana desde cuando el Fondo Monetario Internacional dio a conocer su más reciente ronda de pronósticos sobre la economía mundial. Para los observadores, no pasó desapercibido el hecho de que, por primera vez en más de cinco años, no se recortaron las proyecciones que usualmente el organismo multilateral publica en octubre.
Dicho de otra forma, el mensaje es que por fin el planeta iría de menos a más.
Lamentablemente, ese no es el caso de América Latina y el Caribe. Para la entidad con sede en Washington, la situación de la región pinta menos bien que hace tres meses largos, a pesar de que la recuperación en los precios de las materias primas se ve ahora más sólida. Semejante apreciación puede sonar contradictoria, pero las razones existen.
La explicación recae en la suerte de México, llena de interrogantes. A medida que pasan los días, aumenta la probabilidad de que la administración de Donald Trump adopte medidas que afecten al sector exportador de la segunda economía más grande de Latinoamérica.
La posibles medidas proteccionistas por parte de Estados Unidos, oscurecen las perspectivas económicas de la región.
COMPARTIR EN TWITTERIncluso si el peor escenario no ocurre, la inversión en nuevos proyectos en territorio mexicano se encuentra virtualmente paralizada. El matoneo mediático que fue la norma durante la campaña electoral en Estados Unidos, ahora seguirá desde la Casa Blanca. Incluso puede conducir a la aplicación de cargas para cualquier empresa que decida incrementar sus operaciones al sur del río Grande, con el fin de abastecer el mercado norteamericano.
La advertencia se extiende a América Central, que venía andando bien. Aquí las precauciones tienen que ver con la perspectiva de un fortalecimiento del dólar, que golpea la competitividad de los países que usan la divisa como moneda o tienen un tipo de cambio rígido.
Más al sur, Brasil todavía no levanta cabeza, y Venezuela seguirá sumida en una profunda crisis. Argentina empezará a recuperarse, mientras que Perú muestra una admirable fortaleza. Chile pinta un poco mejor, y Colombia también transitaría por la senda de una reactivación todavía tímida, con un 2,6 por ciento de expansión en el 2017.
Un elemento adicional hará que el viento sople en contra. En general, la expectativa de que suban las tasas de interés en el escenario internacional es algo que no le conviene a nadie. Hasta hace poco, era atractivo endeudarse por fuera, tanto para los gobiernos como para el sector privado. Los mayores costos de financiamiento exigirán esfuerzos desde el punto de vista presupuestal o redundarán en menores márgenes de utilidad para las compañías.
Quizás el único consuelo es que la región volverá a mostrar una cifra positiva de crecimiento, que llegaría al 1,2 por ciento, algo que, en todo caso, no da para hacer ferias y fiestas. Aquellas economías en donde las autoridades han permitido que el mecanismo de la devaluación opere, deberían conseguir un segundo aire antes.
Sin embargo, la situación exige tener capacidad de respuesta y saberse adaptar con rapidez a lo que suceda en el entorno global. En principio, lo ideal es que los engranajes que muevan al sector productivo sean de origen interno, porque apostarle a vender mucho más por fuera es algo que suena irreal.
A la luz de la coyuntura, la apuesta colombiana en el sector de la infraestructura es la adecuada. Tal vez la única advertencia es que la locomotora logre sortear los obstáculos. El escándalo de Odebrecht puede sentirse en los desembolsos a otros constructores, del lado de la banca. Aclarar la situación y emitir un parte de tranquilidad a quien esté ausente de sospechas es algo que se requiere con urgencia.
Solo así podrá enfrentarse una realidad cuyo clima se ha enrarecido ante los mensajes provenientes de Estados Unidos. Evitar que el desánimo que cunde en algunos de nuestros vecinos nos contagie, debería ser una prioridad, después de un 2016 difícil y sin que los retos cesen.
Ricardo Ávila Pinto
ricavi@portafolio.co
@ravilapinto