No es la primera vez que el desempeño de la economía colombiana resulta ser superior a las apuestas de los analistas independientes, quienes a veces parecen tener un sesgo ligeramente pesimista sobre el país. Así volvió a ocurrir ayer, después de que el Dane informó que el crecimiento del Producto Interno Bruto en el 2013 llegó al 4,3 por ciento, una décima más de lo que indicaban los pronósticos.
La cifra, vale la pena señalarlo, se ubicó por debajo de la meta oficial original, del 4,5 por ciento. Sin embargo, en la medida en que durante el segundo semestre tuvo lugar una importante aceleración que permitió enmendar una plana que en un comienzo se veía llena de tachones, el balance bien puede calificarse como satisfactorio. Y es que no hay que olvidar que hace un año el sector productivo vivió una fuerte ralentización que disparó en su momento las alarmas y llevó al Gobierno a diseñar un plan de reactivación.
Si la mejoría sentida fue consecuencia de las estrategias puntuales determinadas por la administración Santos en abril pasado, es algo que será parte del debate. Sin embargo, no hay duda de que el gasto público fue fundamental para el buen comportamiento del sector líder, el de la construcción. Y es que el ramo de las edificaciones se benefició del programa de construcción de 100.000 casas para los más pobres. Asimismo, el capítulo de obras civiles recibió un empujón del aumento de inversiones en infraestructura.
En cambio, las medidas que buscaron aliviarle las cargas a la industria no dieron los resultados esperados, como lo muestra la contracción que, por segundo año consecutivo, sufrieron las actividades manufactureras. A pesar de que la demanda interna se comportó bien, el mensaje es que los bienes nacionales siguen perdiendo terreno frente a los importados o no han logrado conquistar mercados externos.
Por su parte, el sector agropecuario dejó un sabor agridulce. La impresionante recuperación del café es una buena noticia, al igual que el comportamiento de los cultivos temporales y permanentes. No obstante, a la ganadería le fue regular, aunque menos que a la pesca y la silvicultura. Además, hay que tener en cuenta que en lo que va del siglo, el avance del campo es mucho más lento que la economía en su conjunto.
Pero más allá de mirar hacia atrás, la pregunta que importa ahora es si en el 2014 va a mantenerse la velocidad de crucero alcanzada en los dos últimos trimestres del año pasado. Ayer el Gobierno volvió a reiterar que confía en alcanzar un crecimiento del 4,7 por ciento, por cuenta de factores muy similares a los ya vistos.
En otras palabras, la construcción debería mantenerse como el sector líder, en la medida en que el programa de autopistas de cuarta generación tome cuerpo y el ritmo de ejecución de obras decididas previamente se acelere en los meses que vienen. Adicionalmente, el café mantiene una dinámica positiva, impulsada por un escenario aún favorable de precios internacionales. Por su parte, hay la esperanza de que la industria retorne a cifras en negro –con un vigor mucho mayor que el visto en enero–, ayudada por la devaluación del peso.
Para que todo eso suceda, hay que prestarle atención a varios elementos clave. Uno de ellos es la confianza de los consumidores, que en la encuesta que hace Fedesarrollo registró un sorpresivo descenso en febrero. Otra es la necesidad de recordarle al Banco de la República aquel refrán que sostiene que ‘no por madrugar amanece más temprano’. Si el Emisor decide subir las tasas de interés antes de tiempo, corre el peligro de frenar la demanda cuando no toca.
Finalmente, está el tema de la incertidumbre política. Por tal razón, los candidatos que compiten por la Presidencia deberían hacer ya sea pactos tácitos o explícitos que dejen claro que no hay espacio para el populismo o para un inesperado cambio de rumbo.
Ricardo Ávila Pinto
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