Por esta época, en la cual los encargados de hacer los pronósticos sobre la economía colombiana empiezan a rebajar sus apuestas, ante la posibilidad de que el coletazo de la descolgada en los precios del petróleo nos golpee con fuerza, también se evalúa la fortaleza de diversos sectores. Uno de los que se mira con más atención es la banca, que ha pasado por un periodo favorable.
Para no ir muy lejos, el 2014 fue bueno para el sistema financiero. Las utilidades de las entidades de crédito se ubicaron en 7,9 billones de pesos, lo que representó un crecimiento real de 18,5 por ciento, todo ello en medio de una sólida estructura patrimonial y de adecuados indicadores de liquidez. Fortalezas como esa permitieron que fuera relativamente fácil resistir los choques del entorno internacional y local, sin mayores perjuicios para la estabilidad del sistema.
En efecto, de acuerdo con datos de la Superintendencia Financiera, los retornos por patrimonio (ROE) y activos (ROA) se situaron en 13,7 y 1,9 por ciento respectivamente, que son considerados como saludables. Así mismo, los ritmos de expansión de la cartera de crédito se mantuvieron por encima de los dos dígitos en términos reales.
Otras mediciones también entregan un parte alentador. Por ejemplo, que los niveles de bancarización se ubicaron por encima de la meta establecida en el Plan de Desarrollo del 2010, alcanzando una cota cercana al 72 por ciento. Adicionalmente, el pasado fue el año en el que se alcanzó la tan anhelada cobertura municipal plena, pues en todas y cada una de las cabeceras hay prestación de servicios financieros, gracias en buena parte, a la labor de los cerca de 87.000 corresponsales bancarios.
A la luz de los éxitos, es válido preguntarse si el 2015 será igual de bueno o si la anunciada desaceleración le va a restar tracción al sistema financiero. La inquietud es válida, cuando se tiene en cuenta que debería haber una importante recomposición, en favor de los sectores transables.
Como es sabido, los expertos creen que mientras la minería tendrá un desempeño tímido, la industria, que presentó un marcado estancamiento en el lustro pasado, se verá favorecida por la devaluación del peso. No obstante, ninguna de esas transformaciones se convierte en una amenaza para las entidades de crédito que, por el contrario, deberían aprovechar las oportunidades.
De hecho, diversas proyecciones indican que la colocación de créditos mantendrá ritmos de crecimiento en torno al 15 por ciento anual, una dinámica que sería impulsada por la cartera comercial. Quizás el factor individual más importante en este caso está asociado a los préstamos que deberían desembolsarse para los proyectos de infraestructura que se encuentran en la etapa del cierre financiero. En contra del escepticismo de meses atrás, las señales disponibles sugieren que hay disposición de girar el dinero que se necesita para hacer realidad el programa de vías de cuarta generación.
De otro lado, y de acuerdo con el Indicador de Alerta Bancaria (IAB) de Asobancaria, los ritmos de expansión de la cartera no solo se ven saludables, sino que deberían permanecer alejados de los niveles que se observaron en momentos de dificultad. Para garantizar que no existan problemas ni surjan sorpresas, las autoridades tienen que cumplir con su papel. Al respecto, Colombia cuenta con un marco institucional sólido que mejora sus herramientas y cuyo principal reconocimiento es la confianza que el público tiene en los bancos que operan en el país.
Lo anterior no quiere decir que la ruta esté despejada. Sin duda alguna, la volatilidad traerá desafíos, pero ninguno parece ser insuperable. En medio de una realidad económica cambiante, en la cual los estudiantes buenos bajaran sus calificaciones y los regulares subirán las suyas, el sector financiero continuará siendo uno de los de mostrar de la clase.
Ricardo Ávila Pinto
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@ravilapinto