Dentro del modelo económico en que montó a Colombia el nunca suficientemente lamentado gobierno de Gaviria, se suponía que la Inversión Extranjera Directa (IED) iba a contribuir y estar articulada con la generación del desarrollo económico y social del país.
Ha sido otra la verdad, y esa inversión se ha concentrado en la minería y la explotación petrolera, actividades que generan altos ingresos (y con frecuencia grandes impactos ambientales), pero poco empleo.
Esto, cuando no es de capitales golondrina que escamparán aquí mientras puedan obtener grandes utilidades gracias a las torpes medidas del Emisor.
Las cifras hablan. De los US$30.837 millones de IED recibida desde el 2009 hasta el primer trimestre del 2012, el 63% (US$19.317 millones) se destinó a los sectores petrolero y minero.
En cuanto a las inversiones en los ramos manufacturero, financiero y de servicios, las cuantiosas transacciones por compras de empresas nacionales ya existentes no permiten afirmar que correspondan a nuevo capital productivo, con la excepción de algunas actividades en zonas francas y del sector hotelero, beneficiados por importantes incentivos fiscales.
La compra por parte de extranjeros de firmas locales conduce, en muchos casos, más a la eliminación de puestos de trabajo a través de integraciones con sus matrices que a la generación de empleo.
Por eso, la Unctad reconoce en su Informe sobre Inversión Mundial 2012 que, a pesar de ser uno de los países más atractivos para la inversión, Colombia hace parte del grupo en los que la inversión internacional tiene poco efecto en el empleo.
Asimismo, el país no ha recibido inversión significativa en conocimiento y tecnología, pues con la total apertura comercial, a las multinacionales de este sector les interesa solo explotar nuestro mercado.
De hecho, en relación con el aporte en transferencia de tecnologías y conocimiento, el informe de la Cepal sobre inversión extranjera en 2011 concluye que los proyectos en industrias con alta tecnología o en investigación y desarrollo son modestos en América Latina, y se concentran en Brasil y México.
Adicionalmente, la mayor parte de las multimillonarias utilidades de los inversionistas extranjeros se giran al exterior y apenas se reinvierte aquí un pequeño porcentaje de ellas, menor que el promedio de América Latina.
Según la Cepal, en los países de la región se reinvirtió en 2011 cerca del 46% de las utilidades obtenidas por la IED, mientras en Colombia solo se reinvirtió el 25%.
Nuestra remisión de utilidades es masiva y en 2011 llegó a US$10.375 millones, muy cerca a la cifra récord de US$13.297 millones de la IED.
Es hora de revisar nuestro modelo económico, el cual claramente no ha servido para disminuir la pobreza ni para generar empleo.
No se puede seguir cacareando porque el crecimiento histórico de la IED nos ubica ya como el cuarto Estado en Latinoamérica en ese campo, sin hacer algo para que le sea de utilidad al país.
Igual que en otras naciones, deben establecerse políticas que hagan beneficiosa la IED, como fijar impuestos a las remesas de utilidades al exterior, revisar las regalías mineras para acercarlas a las que rigen en el petróleo y establecer más controles a los capitales golondrina. La IED debe demostrar que contribuye de manera real a la generación de empleo, a la formación de nuevo capital productivo en el país, a la transferencia y el desarrollo de conocimiento y tecnología, y al desarrollo sostenible.
Emilio Sardi
Empresario