Me perdonarán los lectores que escriba nuevamente sobre el papa Francisco, pero es difícil no hacerlo después de su visita al país, en la cual logró inyectar una dosis de energía, esperanza y positivismo, que bastante le hacía falta a Colombia. Y, vale la pena escribir otra vez, no para analizar su mensaje con un enfoque político o económico, sino para recordar algunos de sus mensajes, claros, sencillos y profundos que apelan a toda la sociedad: políticos, empresarios, periodistas, jóvenes, enfermos, pobres, niños, a todos.
Quizás, una de las ideas que más resonancia tuvo en los medios de comunicación fue la del discurso pronunciado en Plaza de Bolívar ante miles de jóvenes, en el cual el Papa insistió en que no debemos dejarnos quitar la esperanza por nada y nadie. En un momento del país, en el que el pesimismo ha crecido, la voz de Francisco resulta oportuna y refrescante. Si bien la idea de la esperanza se pronunció ante un público que no superaba los 25 años, su mensaje se dirige a todos los colombianos. El país necesita ilusión en su futuro y esperanza para asumir los retos, sin importar qué tan complejo o azaroso sea el panorama que se vislumbra. Ni el posconflicto, decrecimiento de la economía, debates políticos, crecimiento de líderes que generan temor o la inestabilidad de la región, deben hacernos perder la esperanza.
Vale la pena unir esta idea con la pronunciada esa misma mañana en Plaza de Armas de Palacio de Nariño, donde, ante una multitud de líderes políticos y empresariales del país, recordó que “solo con fe y esperanza se pueden superar las numerosas dificultades”. Fe y esperanza, dos palabras para recordar y llevar a la práctica. Bien denominó la aerolínea colombiana que transportó al santo Padre su viaje como uno de esperanza.
En ese mismo sentido, vale la pena revivir dos tesis centrales que fueron expuestas en su primer discurso y que luego se fueron haciendo vivas con cada recorrido, saludo y gesto durante su visita: “colocar en el centro de la acción política y social a la persona humana” y, “poner la mirada en todos aquellos que hoy son excluidos y marginados por la sociedad…”. Esto último se une a lo dicho durante la homilía de la misa campal en Medellín, en la cual el Papa invitó a: “ir a lo esencial, renovarse e involucrarse”. Me quiero referir a lo primero: “ir a lo esencial”. ¿Cuántas horas se gastan en los recintos de la democracia, los medios de comunicación y en conversaciones informales hablando sobre temas no esenciales? Puede ser propio de nuestra condición humana, distraernos en lo irrelevante, pero no por eso deja de ser un reto enfocarnos en lo que importa: cuidar la familia, superar la pobreza, proteger el medioambiente, mejorar la calidad de vida de quienes habitamos esta tierra. Estos temas importan y merecen nuestra atención, inteligencia, creatividad y empeño; es momento de ir a lo esencial y dejar en otro plano lo polémico y anecdótico que ocurre a diario en el país.
Tener esperanza, fijarse en los pobres, volver a lo esencial son algunos mensajes centrales de una visita que dejó huella en el espíritu del país y que vale recordar y meditar para convertir en acción.