Se estima que en 40 años las energías renovables no convencionales pueden cubrir cerca del 80% del consumo mundial, por ello la capacidad de estas fuentes ha venido en ascenso en muchas partes del mundo y, en particular, en Europa. Tal tendencia es inevitable para disminuir la gravedad del cambio climático e impacto ambiental, como lo advirtió el Panel Intergubernamental de Cambio Climático en una reciente reunión en México.
Pero este crecimiento de energía, en especial solar y eólica, ha desestabilizado la matriz energética, afectando el sistema y a empresas del sector en Europa. Hoy, la capacidad renovable es la mitad de generación de energía eléctrica en Alemania y una tercera parte en países como España e Italia.
Uno de los efectos ha sido la reducción sistemática de precios al por mayor, lo que está siendo un desastre para las empresas generadoras. Al tener las energías renovables prioridad en la matriz energética, esta toma primero esta energía y, cuando la demanda fluctúa, hace que los precios sean volátiles, lo que ha sido devastador para sus utilidades y retorno regulado, y ha puesto en cuestionamiento el modelo energético actual. Esto ha llevado a que estas firmas se conviertan en generadoras de última instancia para soportar el sistema con una capacidad subutilizada.
La desregulación de los mercados de energía mediante la división de las actividades de generación y transmisión a comercialización está en tela de juicio, después de 30 años de proceso de privatizaciones y dividir la cadena de valor con el fin de generar mayor competencia. Para compensar utilidades, las generadoras han tenido que prestar otros servicios o integrarse en la cadena.
El país está en mora de tomar más conciencia ambiental hacia la implementación de energías renovables, reflexionar sobre cómo generarla y mejorar la regulación ambiental energética.
Aprendiendo de la experiencia internacional, el proyecto de ley para energías renovables que cursa en el Congreso debería fomentar nuevas fuentes no convencionales, incluyendo solar, eólica, biomasa, minicentrales eléctricas, geotérmica, etc., y privilegiar el otorgamiento de diferentes niveles de subsidios y crédito de impuestos a inversiones fijas y capital de trabajo a cada proyecto, según genere mayores o menores beneficios, teniendo en cuenta un modelo de evaluación que combine el impacto de las tres dimensiones: económica, ambiental y social.
Es necesario rediseñar el modelo energético en Colombia para que garantice la confiabilidad del servicio, fomente las energías renovables, pero permita rentabilizar las compañías actuales del sector, bajo estos nuevos escenarios.
Las empresas generadoras deberían ponerse en la punta del desarrollo y crear portafolios óptimos de fuentes de generación eléctrica. El auge de la generación sostenible llevará también a una descentralización de la generación eléctrica. Esto implica el desarrollo de cuantiosas inversiones en redes de transporte y transmisión, que Alemania, por ejemplo, no tuvo en cuenta en ese nuevo mapa de generación energética.
Lo anterior debe afectar y armonizar hacia arriba la matriz energética en Colombia para acercarnos a estándares internacionales y crear cambios ambientales significativos, que generen menos costos y conflictos sociales, disminuya daños ambientales irreversibles, y permita mejorar la competitividad de nuestras industrias.
Francisco Barnier G.
Consultor financiero