Al país le pasa con el crecimiento de la producción económica como el cuento en donde uno tiene una mano en el horno y otra en el congelador, pero que en promedio está muy bien.
Lo anterior se enmascara en el PIB con el auge que ha tenido la primarización de exportaciones, cuyo crecimiento poco tiene que ver con políticas internas, y que comienza a presentar una desaceleración por el estancamiento de la demanda mundial de productos básicos.
Los indicadores de la industria muestran cómo vienen cayendo sectores de forma dramática como los alimentos, calzado, ensambladoras, autopartes, siderurgia, textiles, confecciones, muebles, papel y cartón, entre otros. En general, está amenazada la mayoría de industrias convencionales de bajo y medio valor agregado, otras desaparecen o se van del país. Esta no es más que la punta del iceberg.
La desindustrialización de Colombia no es un fenómeno reciente, después de más de dos décadas sin políticas explícitas de desarrollo industrial. En el último decenio, la relativa debilidad industrial de nuestro país se ha acentuado aún más.
La designación de Bruce Mac Master como nuevo presidente de la Andi abre un camino para rectificar este rumbo y que la industria colombiana retome su protagonismo.
Nos queda la parte sumergida del iceberg, la mayor parte del problema que no queremos reconocer, pues todo se lo achacan a empresas y empresarios. Esto es carga tributaria excesiva, insuficiente infraestructura, elevada estructura de costos y en general un marco regulatorio inadecuado para dar competitividad a las empresas.
¿Será posible creer como caso único en el mundo que no es necesario recorrer el camino de las naciones más desarrolladas en los últimos 60 años y poder consolidar una economía posindustrial basada principalmente en servicios y commodities?
¿Cómo debemos, entonces, reinventar nuestra economía? Las ventajas comparativas no son ni inmutables ni eternas. Por lo tanto, es necesario no solo identificar, sino, sobretodo, fabricar estas ventajas comparativas. ¿Cuáles deben ser estos sectores de futuro y cómo sostenerlos?
Tenemos los que están en contra de toda o cualquier tipo de política industrial, y los que vinculan crecimiento económico a políticas industriales. Sin embargo, las evidencias indican que es difícil encontrar ejemplos de países que hayan presentado saltos de productividad en algunos sectores y no hubieran utilizado políticas de incentivos sectoriales.
Hay que tener la industria en el centro de la estrategia para crecer de manera más consistente y sustentable, pues es fuente principal del progreso técnico, de innovación y productividad.
Una explícita política de desarrollo productivo no se limita a una lista de políticas específicas como subsidios, beneficios fiscales, líneas de crédito y fondos de inversión, preferencia a empresas nacionales, internacionalización de nuestras empresas, entre otras. Va mucho más allá, es fundamental una ‘isonomía competitiva, infraestructura adecuada, buena calidad de educación y la movilización de los instrumentos utilizados por nuestros competidores’ para apoyar los diferentes sectores productivos con una base exportadora diversificada e innovadora. Todo lo anterior combinado con un fuerte ambiente de colaboración entre el sector público y privado para una inserción internacional más eficiente con la integración de cadenas regionales y locales.
Francisco Barnier G.
Consultor privado