En el transcurrir de la historia a la ciencia económica le han nacido ramas: economía del comportamiento, economía institucional, economía abierta o cerrada, economía ambiental, economía internacional, economía del bienestar, en fin. Diversas las delimitaciones hechas, pero ello en razón al alcance de la ciencia y la necesidad de profundización.
Dadas estas ramas, se ha pensado que puede mutilarse su esencia. No obstante, la fundamentación teórica es la misma. El estudio de estas divisiones no usa conceptos que difieran de la microeconomía o la macroeconomía. Como quiera denominarse, cualquier área en la cual esté en juego la asignación eficiente de recursos y la optimización de las decisiones de los agentes, es economía.
Actualmente, ha surgido, silenciosamente, pero de manera peligrosa, grupos ‘novedosos’ que buscan camuflarse en la ciencia económica. De cierta forma, se enfocan solo en variables como el nivel de producto y dejan por fuera el resto, que permite diseñar y medir un verdadero modelo económico. En otras palabras, el espíritu de la economía se alcanza a ignorar.
Se habla de una nueva economía. Realmente, como lo indiqué, se centra en volúmenes de producción y cantidades de factores requeridos. Pero, también por el simple hecho del uso de las tecnologías de la información y comunicaciones (TIC) en la oferta de algunos servicios, o la existencia de intangibles como la cultura.
Asumir que el valor de los bienes y servicios se fundamenta en la propiedad intelectual, no se puede considerar como un concepto innovador en economía. Desde tiempos memorables se ha investigado y se han diseñado metodologías para cuantificar variables como el capital humano, representado en conocimiento o competencias para realizar una labor.
Aceptar que, dada la presencia de las TIC o la cultura, existe una nueva economía, es creer que ellas no tienen cabida en una función de producción, o tienen efectos diferentes más allá de los que nos ha enseñado la teoría económica.
Nada distinto, sus impactos sobre el producto y el resto de factores productivos son análogos dentro de las interacciones existentes entre dos o más factores. Poco diferente a lo que nos ha enseñado la microeconomía. Su magnitud depende del modelo económico y del país.
No es prudente reinventase la rueda. Pero, es importante aceptar que TIC y cultura son elementos productivos que tienen limitaciones y no son autónomos en un sistema productivo.
Caso muy particular: la ‘economía naranja’. El auge de algunos sectores económicos no debe ser generalizado a todos los países. Recordemos los conceptos de economía internacional sobre ventajas comparativas y competitivas. Sobredimensionar las variaciones del nivel de producto desde algunas actividades en particular, incentiva a sesgos analíticos y se pierde el horizonte de la economía: el equilibrio general y la asignación eficiente. Ello, por creer que con la ‘economía naranja’ se reinventó la rueda.
Francisco Montes V
Magíster en Economía
fjmontes4@hotmail.com
columnista
¿Nuevas economías?
Sobredimensionar variaciones del nivel de producto desde algunas actividades en particular, incentiva sesgos analíticos.
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Francisco Montes
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