Para unos, es lo mejor para Bogotá; pero, para otros es un problema adicional.
Es noticia nacional lo sucedido en la ciudad de Bogotá. Un grupo de jóvenes, con un mensaje sobredimensionado de descontento por el mal servicio, lanzó toda la furia contra los buses rojos y algunas estaciones.
Revisar cifras y tendencias es necesario.
Comentarios que muchos hacen sobre el transporte se expresan en medio de sentimientos de pasión; ello se puede enmarcar según preferencia política, por ser seguidores de excandidatos a la alcaldía de Bogotá o simplemente por la publicidad a favor de TransMilenio como solución al trancón.
Semejantes maquinas confunden a cualquier persona.
Posiblemente, cuando se pensó en este proyecto se dejaron de lado los conceptos que enmarca la economía del bienestar; sin ellos, se quedan cortas las definiciones de política relacionadas con la equidad y eficiencia.
Solicité las cifras que se manejan alrededor de la operación y del negocio de TransMilenio; fueron datos de costos, ingresos, número de buses, usuarios, en fin. Los siguientes números dan una idea de la situación: a octubre de 2011 había 1290 buses troncales y 520 buses alimentadores.
Entre el 2002 y 2011 el promedio mensual de usuarios fue de 29 millones.
En 2002, 17 millones; en 2007, 31 millones; en 2011 fueron 40 millones. A simple vista, estos números indican incrementos en el uso. Sin embargo, revisé comportamientos marginales, durante los diez años de servicio, y concluyo que existe una reducción de usuarios.
No obstante, los buses no son suficientes y la operación es ineficiente.
Los costos de operación y mantenimiento pueden llegar en un mes a 3 mil millones de pesos, pero por su lado los ingresos mensuales en promedio alcanzan 54 mil millones. Asumo que no hay la reinversión necesaria de recursos con miras al bienestar ciudadano.
Puedo decir que hay conductas monopólicas, dado que los ingresos marginales están muy por encima de los costos marginales. Finalmente, los usuarios son los afectados puesto que soportan condiciones inhumanas.
No estamos ante un servicio competitivo que ayude al bienestar del usuario, que tiene además incremento de tarifas muy superiores a los costos marginales.
El servicio debe estar a la vanguardia como solución de transporte por la complejidad de la Capital, por lo que se presumiría la existencia de economías de escala; resulta que no es así.
La muestra la vemos en el día a día, ya que los usuarios esperan largas jornadas para que llegue un bus, al momento de entrar se vuelve imposible y, además, soportan circunstancias inhumanas.
¿Merece Bogotá este ineficiente servicio y las estructuras oligopólicas que existen alrededor de los servicios de transporte?. Se requiere de entidades fuertes que regulen y no se dejen manejar.
Señor alcalde Petro, ¿patrocinará el TransMilenio y, en general, el transporte urbano bajo estas circunstancias? No creo.
Francisco José Montes
Analista
fjmontes4@hotmail.com