Se siente la preocupación del director de la Dian, Ricardo Ortega. También se siente la preocupación de la contralora Sandra Morelli. Cada cual tiene como común denominador el tema de las responsabilidades que deben asumir las superintendencias.
Esas están más asociadas con asuntos de control y vigilancia.
Comparto cada una de esas preocupaciones, pero yo sumo la debilidad que también existe en asuntos regulatorios.
En Colombia, la forma como se interpretan y usan los conceptos relacionados con los asuntos de mercado y el análisis de las fallas que este presenta no se ajustan a lo que la teoría microeconómica nos ha enseñado.
El gran esfuerzo realizado para sacar la Reforma Tributaria se puede perder. Además, se pueden generar efectos perversos si no hay claridad en la manera como se forman los precios en este país.
Si no existe una justa asignación de precios en los sectores, los cuales son la base para calcular la tributación, la Reforma no podrá ayudar lo suficiente en la reducción de la pobreza y el desempleo.
El desorden que existe en los precios de los bienes, y peor aún de los servicios, es el principal insumo para que los efectos esperados de la Reforma se desvanezcan.
En Colombia, la asignación de precios no se da precisamente considerando indicadores de productividad.
Tampoco se realiza observando si uno u otro sector es intensivo en tal o cual factor productivo. Mucho menos se tiene en cuenta aquella relación de competitividad en donde los costos marginales deben ser iguales a los precios.
Es común escuchar en las entidades de control y vigilancia, y también en las reguladoras comentar sobre el problema en la falta de estadísticas.
Siendo así, evidentemente existe un problema de información y, por lo tanto, hay razones para que existan asimetrías y fallas de mercado.
Hay quienes afirman que los asuntos de la teoría de mercado solo existen en los libros de microeconomía.
Peor aún es que también hay los que confunden teoría de mercado con el mercadeo.
Y más grave, en Colombia existen los que defienden la posición de la no necesidad de conocer los costos marginales de los bienes y servicios.
Lo anterior permite especular y crea condiciones para que empresas o sectores afirmen sobre la ausencia de monopolios privados; también se puede escuchar por parte de los mismos que existen todas las características de competitividad y que los precios son competitivos.
Pero todo ello tiene como único fin tratar de justificar conductas que no son transparentes.
Si a esto no se le pone seriedad, pregunto: ¿en dónde quedaría el trabajo de las facultades de Economía de las universidades de este país?, ¿de qué nos sirve el trabajo de los nobeles en economía que se ha realizado sobre las asimetrías de mercado?
Francisco Montes
Consultor