No es el titular de esta nota equivalente al artificio que usan los productores de películas para indicarle al espectador que la producción se saltará un lapso en la secuencia que lleva.
Sabe muy bien que sin perder el hilo conductor obviarán un tiempo con el fin de hacerla más manejable.
En este caso, con la expresión “seis años después”, lo que se quiere recordar es que pasaron seis años para que empresarios y trabajadores llegaran a un acuerdo sobre el porcentaje en el que se ajustaría el salario mínimo y el subsidio de transporte el año entrante.
No revistiendo la espectacularidad que algunos quieren atribuirle, el acuerdo tiene trascendencia, pues difiere el debate que suele plantearse sobre el deshumanizado comportamiento de los empleadores y el populismo de los representantes de los trabajadores que con su dolorido ¡hay! procuran sensibilizar a la opinión pública de manera que ésta ejerza la mayor presión posible sobre los empresarios y el Gobierno para lograr un mejor tratamiento.
Sin temor a equivocación puedo afirmar que, como otras políticas que repercuten en el mercado laboral, el salario mínimo se establece para favorecer el bienestar de los trabajadores más pobres.
No obstante, su elevación por encima de los niveles de productividad puede traducirse en una pérdida de empleo y en una importante disminución de la participación en el mercado de exportación, condiciones que, por supuesto, no mejoran el bienestar de los trabajadores.
Para ilustrar el punto, viene al caso mencionar lo que hace algunos años ocurrió en Puerto Rico. Con el fin de equiparar la remuneración de los trabajadores de la isla con la vigente en Estados Unidos, se incrementó de manera sustancial el salario mínimo.
El resultado de esa política fue una masiva pérdida de competitividad de costos en relación con países continentales.
Empero, muchos estudios realizados en EE. UU. no encontraron ningún efecto de los salarios mínimos sobre el empleo.
Aunque cientos de veces se ha preguntado si ¿constituye el salario mínimo un problema para la competitividad en función de costos?, es menester volver sobre ella. El salario mínimo puede tener efectos sobre el costo de la mano de obra porque tiende a afectar fundamentalmente a los puestos de trabajo de baja calificación.
Además, al fijar un tope mínimo para el ingreso neto de los trabajadores, el salario mínimo puede impedir que los asalariados se ajusten para compensar un aumento de las contribuciones obligatorias.
El que ello ocurra no depende, por supuesto, del nivel al cual se fija el salario.
En los casos de Brasil y Colombia, los salarios mínimos alteran la distribución de estos. Sin embargo, lo que resulta interesante es que no sólo afectan la distribución en el sector formal, sino también en el informal. En tales condiciones, lo más interesante es que se configura el ‘efecto faro’, que no es nada diferente al hecho de que, aunque no necesariamente son aplicados por la ley, los salarios mínimos operan como un importante punto de referencia de lo que constituye un salario ‘justo’.
Así mismo, algunos investigadores han encontrado que los salarios mínimos alteran los sueldos en escalas más altas de la distribución debido al efecto ‘numerario’. Ello se debe a que es común que los salarios u otros beneficios se determinen como múltiplos del salario mínimo, extendiendo la influencia de los cambios en el grado mínimo de toda la distribución.