Mientras la inauguración de los Olímpicos de Invierno sirvió a Corea del Sur como escenario de reunificación con su hostil vecina, el desenlace de la competencia femenina de “persecución por equipos” dividió a las anfitrionas y nos dejó fríos a quienes aprendemos de los deportes de equipo.
Separadas por escasos metros, las conflictivas fronteras coreanas permanecen al rojo vivo. Aunque el régimen del norte es una rueda suelta, su coterránea, motivada por el espíritu olímpico, facilitó una concertación y logró que su homóloga cooperara, permitiendo la integración de sus delegaciones en el desfile en Pieonchang, la exhibición de una bandera peninsular, la interpretación del Arirang, himno no oficial de las dos Coreas, y la conformación de una selección conjunta de hockey femenino.
Aunque este gesto de paz fue motivo de celebración, hubo algunos detractores entre los países implicados, y, cómo no, fue confundido por el Tío Sam como una demostración de debilidad ante el little rocket man. No obstante, la clausura de los juegos estuvo opacada por la polémica y la indignación deportiva que provocó la actitud de las patinadoras surcoreanas durante el remate de la prueba de persecución por equipos, tras la cual resultaron eliminadas, recibieron una petición ciudadana para ser aisladas del seleccionado, y encontraron cancelados sus patrocinios.
Ahora que el ciclismo está de moda, quizá sea útil comparar esta práctica con las contrarreloj. De hecho, este deporte requiere sincronía en el balanceo de los brazos entre las corredoras y una adecuada coordinación de sus relevos para minimizar el desgaste, por la resistencia del aire, además de asegurar la continuidad del ejercicio y la cohesión del equipo.
En el caso referido no llegaron en bloque, una compañera quedó rezagada, y en este deporte el tiempo se registra cuando cruza la meta el último miembro del equipo. La frustración por el resultado, tras años de intenso sacrificio y entrenamiento, contrastó el helaje de la pista con las reacciones en caliente de las implicadas, en las que hubo referencias en tercera persona, descalificación de desempeño, expresiones pasivo-agresivas cuestionando el compromiso y declaraciones de culpa en público.
Esta situación ejemplifica cómo el inadecuado manejo de la crisis, ante los inmediatos, efervescentes y especulativos medios de comunicación modernos, destruyó la confianza dentro del equipo, expuso problemas de coherencia entre el objetivo común y la presión individual de ir más rápido, y nos recordó lo destructiva que es la crítica, pues los grupos de interés no demostraron comprensión y compasión.
Todos podemos cometer errores, y, en un mal día, el instinto darwiniano puede impulsarnos a sacar lo peor de nosotros. Conscientes de esto, reforcemos nuestra capacitación en habilidades que complementen la tradición intelectual, como los valores y las “competencias” que modelan atributos en profesionales y equipos ejemplares. En lo antedicho encontrará pistas destacadas con la letra c.