Todos los países productores de commodities han disminuido los ingresos en sus cuentas externas. Los que más se afectan son quienes producen y exportan más, y los que no tienen como sustituir estas exportaciones por las de nuevos productos y servicios, siendo este el caso de, prácticamente, todas las economías de Suramérica, y notablemente de Colombia y Venezuela, las cuales se han visto afectadas por la denominada enfermedad ‘holandesa’.
Para los dos países en mención se da una contracción en su capacidad importadora, ya sea por el aumento en el déficit de cuenta corriente o disminución en el superávit o, en razón a que la cuenta de capitales no es suficiente para equilibrar la balanza de pagos. En esencia, hay escasez de divisas.
Cuando ocurren situaciones como las descritas, los países recurren a mecanismos de pagos especiales para mantener las corrientes de comercio que impliquen un menor flujo de divisas, llámense de trueque o de compensación. No es sorprendente que la Ocde identifique que cerca del 12 por ciento del comercio mundial se realice por estos sistemas. La legislación de comercio exterior de Suramérica permite su utilización, y únicamente se necesitan modificaciones de sistemas y de transparencia en la valoración del intercambio para aplicarlas.
Hay dos circunstancias que contribuyen al desarrollo del comercio en condiciones como las descritas. Se promueve la formalidad y, de otra parte, se realiza una complementación industrial, productiva y de consumo en condiciones más eficientes de precios, cantidades y tiempos, supliendo carencias evidentes en los países y disminuyendo cualquier tipo de comercio ilegal. Una frontera abierta y formal es la mejor defensa contra el contrabando o el lavado de activos.
Ahora bien, no puede menospreciarse el papel de la diplomacia económica y comercial. Mayor comercio genera a su vez mayor desarrollo productivo, de sostenibilidad en las relaciones y fortalecimiento del empleo formal en las naciones. Las fronteras se ven fortalecidas por esa formalidad y se convierten en complementarias de las bondades de las ofertas regionales. Es lo que en la integración andina se denominaba: ‘complementación productiva, tecnológica y de inversiones en bienes y servicios’.
La economía política de las relaciones internacionales nos indica que a la diplomacia formal hay que sumarle el desarrollo conjunto de las naciones con frontera común. La economía internacional y sus modelos gravitacionales indican que es mayor el comercio y la inversión entre países limítrofes y complementarios. Es fácil derribar barreras para que todos ganen.
No puede ser que lo que triunfe sea eso de que “para que nada nos separe, que no nos una nada”, como decía el poeta Neruda. Eso no pasa de ser una falacia compartida y una falta de visión de mediano y largo plazo imperdonable, en la necesaria búsqueda de una, cada vez mayor, integración en el ámbito suramericano.
Germán Umaña Mendoza
Profesor universitario
germanumana201@hotmail.com