Sísifo, según la historia era el más astuto de los gobernantes. A diferencia de Trump, construyó murallas alrededor de Corinto, ciudad que él mismo fundó para promover el paso de viajeros. Para evitar el abigeato, le pinto las uñas con pintura indeleble a su ganado para identificarlos. Zapeó a Zeus por violencia contra la mujer que había raptado, a Egina, hija de Asopo, dios de los ríos y, por su colaboración con la justicia, le construyeron un río en las colinas de Corinto para solucionar problemas de sequía y de acueductos. Se vengó el dios de Sísifo y lo condenó.
Escapó del mundo de los muertos con la colaboración de las instituciones. Sin embargo, al final lo atrapó otro dios: Hermes, y lo condenó de por vida a subir una enorme roca a la cima de una colina, y cuando creía haber cumplido su tarea le fallaban las fuerzas, la roca caía y vuelta a iniciar y, así, eternamente.
Y, es que en ocasiones en nuestra Colombia, uno, pobre mortal, se siente como Sísifo, y cuando cree que está saliendo de las dificultades no solo ‘se le salta la piedra’, sino que le cae encima.
Cuando cree que la paz se encuentra a la vuelta de la esquina porque salieron del mercado las Farc, crecen los grupos ilegales, se fortalecen los ‘parapolíticos’ en las regiones, los ladrones de tierras evitan la restitución con violencia y saña, asesinan a los líderes populares y, más grave aún, tienen participación importante en el Congreso, en las instituciones regionales y hasta son alcaldes, gobernadores, asambleístas, concejales, personeros, procuradores o políticos.
Cuando se considera que por fin triunfará la legalidad, la institucionalidad de los acuerdos internacionales, se le cierra el paso transfronterizo al comercio formal en las fronteras y se diseñan mecanismos que, ‘sin querer queriendo’, promueven el contrabando, el lavado de activos y la informalidad.
Los ciudadanos honestos de las fronteras, que son hermanos, hijos o parientes, el 99,9 por ciento que son los buenos, quedan en poder del 0,01 por ciento de los pícaros de toda procedencia que promueven y se lucran de la corrupción y empujan nuevamente al infierno a los que deberían estar en el cielo.
Cuando uno cree que las sociedades han aceptado que los derechos fundamentales y humanos de las minorías son respetados por todos, surge desde la caverna el poder de unas mayorías que consideran que solo ellos tienen derechos, y se utilizan mecanismos, por decir lo menos, injustos e inmorales, aprobando, dizque desde la democracia, la realización de referendos y plebiscitos que niegan los derechos de las minorías, protegidos por la Constitución y los acuerdos internacionales: ‘las hordas al poder’.
Y así podría seguir indefinidamente, pero no quiero amargarles las fiestas navideñas. Será continuar con el peso de la roca a las espaldas. Por fortuna, no somos eternos y no hay ‘mal que dure cien años’ y, si permanece, no lo veremos. En mi caso, me siento un Sísifo con fecha de caducidad, más pronto que tarde. ¿Es usted otro Sísifo?
Germán Umaña Mendoza
Profesor universitario
germanumana201@hotmail.com
¿Es usted un Sísifo?
Cuando uno cree que las sociedades aceptaron los derechos fundamentales, surgen desde la caverna mayorías que piensan que solo ellos tienen derecho.
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