La economía colombiana crecería alrededor del 3 por ciento en el 2018, explicada por el aumento en los precios de los commodities en lo esencial, y no de la producción de otros bienes y servicios que impliquen una reorientación del desarrollo hacia un modelo de incorporación de progreso técnico y de mayor capacidad humana y, mucho menos, signado por una mayor participación de las compañías formales, las micro, pequeñas y medianas empresas, las cooperativas o las de economía solidaria.
Y, es que la pregunta que surge de inmediato es obvia: ¿crecimiento implica desarrollo, equidad y sostenibilidad? Desafortunadamente, en el caso colombiano, la respuesta es no. La situación de la industria manufacturera, con contadas excepciones, registra tasas de crecimiento nulas o negativas, con el agravante de que en los sectores en los que existían mayores encadenamientos productivos y la incorporación de bienes intermedios e insumos nacionales, estos fueron sustituidos por importaciones, y, de otra parte, se centralizó y concentró la propiedad en grandes empresas, muchas de ellas multinacionales, con poder oligopólico del mercado, barreras de entrada a otros productores y abuso de precios, sin normas que eviten el abuso de la posición dominante de mercado.
Para el sector agropecuario, y después de una recuperación en el 2017, producto fundamentalmente del proceso de paz y el aumento en el precio del dólar, la situación no parece la mejor para el 2018, por tres razones:
Otra vez aumenta la participación en el mercado interno de productos que no tienen precio, pues se invierte para lavar activos del narcotráfico u otras actividades ilegales de comercio exterior, abaratando los precios de los productos hasta producir pérdidas cuantiosas en los productores campesinos.
La revaluación del dólar afecta gravemente las exportaciones de productos estrella de la agricultura comercial y la agroindustria: café, azúcar, banano, flores, carne, etc. Y, en el mercado interno, continuarán ingresando productos importados, competitivos solo gracias a los subsidios y ayudas internas que otorgan Estados Unidos y la Unión Europea a sus productores y, a los que Colombia no puede oponerse, gracias a la suscripción de los mal denominados TLC.
La tercera razón combina los altos precios y el abuso de los mismos por las multinacionales en fertilizantes y fungicidas, así como el contrabando de productos perecederos como tomate y cebolla, que afecta a la pequeña y mediana agricultura.
En sectores como telecomunicaciones y el financiero, la centralización y concentración en grandes capitales y multinacionales persiste, otros servicios de bajo valor agregado se terciarizaron y, aunque generan empleo, las condiciones de trabajo son indignas. Finalmente, como si fuésemos un país desarrollado, ahora promovemos el trabajo en negro y sin garantías a los inmigrantes y hermanos de Venezuela.
El problema sigue siendo el mismo: u modelo de crecimiento sin equidad, que debe ser sustituido por uno de desarrollo sostenible y sustentable, que permita el cumplimiento de los derechos fundamentales a la salud, educación, empleo y cultura. Es necesario un cambio en las políticas y, por supuesto, en los políticos. Vote, y vote bien!