Aumentar el endeudamiento para generar actividades productivas que produzcan mayores ingresos y capacidad de pago en el futuro es algo que parece arriesgado, pero lógico en una economía con futuro y en la cual nos comprometemos con el largo plazo y en propósitos conjuntos. Pensamos: nos endeudamos para contribuir al desarrollo y al crecimiento con sostenibilidad en el futuro.
Sin embargo, ¿confiaría usted en alguien que administró los recursos en el inmediato pasado cuando se tuvo una bonanza financiera y ese personaje: ‘mano rota’, gastó, repartió y compartió, no ahorro ni invirtió los recursos en actividades que asegurarían en el futuro sostener ese nivel de gasto, cuando ‘las vacas gordas’ se agotarán?
Ese grupo de profesionales de las autodenominadas ‘ciencias económicas’, conscientemente inocularon la ‘enfermedad holandesa’ en toda la población y ahora pretenden y, además los dejan, administrar las fórmulas médicas (económicas) y las vacunas para su control. El remedio muy posiblemente será peor que la enfermedad.
Las soluciones a la situación provocada son conocidas: se hizo una reforma fiscal cuyo principal componente fue el aumento de la tributación indirecta en 3 por ciento (IVA), que ha tenido efectos evidentes sobre la caída de la demanda de bienes y servicios nacionales e importados. El crecimiento del PIB en los dos próximos años no superaría el 2 por ciento en promedio anual y harán maromas para no violar demasiado la ley: regla fiscal.
Se mantuvieron altas las tasas de interés, aumentó la cartera morosa y se ralentizó el crecimiento de la producción industrial hasta tasas inclusive negativas. Eso es el comienzo de otra enfermedad: la estanflación (baja inflación, contracción de la demanda y el empleo). Para los próximos dos años habrá un recorte del gasto importante, como siempre en aquellos sectores que tienen un menor poder de lobbying, que, infortunadamente, son los más necesarios para generar una mejor distribución del ingreso. Seguramente, asistiremos a un deterioro en los niveles de equidad, aumento del coeficiente de Gini y de los índices de pobreza y desempleo.
De otra parte, las cuentas externas experimentan una mejoría importante: el déficit de cuenta corriente sobre el PIB del 2016 (-4,3 por ciento) se financió en un alto porcentaje con el superávit de la cuenta de capitales (3,7 por ciento) y la tendencia en el 2017 parecería ser similar, incluso un poco mejor.
Pero, atención: desde el 2015 las reservas internacionales permanecen relativamente estables (más o menos 47.000 millones de dólares), pero la deuda externa como porcentaje del PIB se dispara: mientras que en el 2013 era aproximadamente el 20 por ciento del PIB, en el 2017 se duplica este porcentaje. Es decir, el camino del ajuste es apretarse el cinturón hoy para la mayoría de la población. Eso sí, para los sectores con mayor poder, privilegios, el financiamiento llega por la vía del endeudamiento externo.
Céteris páribus: todo lo demás igual en reservas internacionales, se aumenta el endeudamiento y el gasto en el presente y, en consecuencia, las obligaciones financieras internacionales para los próximos gobiernos y generaciones: endéudese hoy, otros pagarán después. Pero, no se preocupen, eso es mañana, no el coyuntural, solamente estructural.
Endéudese hoy, que otros pagarán después
Pensamos: nos endeudamos para contribuir al desarrollo y al crecimiento con sostenibilidad en el futuro.
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