Un país extraño; con los valores trastocados. Muchas pasiones malsanas, odios ancestrales, clasista, injusto, depredador, mentiroso, leguleyo. Todo lo anterior, y muchas otras cosas más, acompañan el sentir y el pensar de colombianos de bien que no alcanzan a entender la tragicomedia del absurdo a los que se nos somete diariamente sin la menor misericordia.
Nuevamente, asistimos al asesinato indiscriminado de líderes sociales en las regiones y en el campo (hasta hoy, más de un centenar) en el último año, especialmente aquellos que trabajan en la restitución de tierras y en la erradicación de la coca y la promoción de cultivos sustitutivos. Los matan las ‘bacrim’, los empleados de los que no quieren perder las tierras mal habidas, las disidencias de las Farc dedicadas exclusivamente al narcotráfico, los financian los narcopolíticos, la corrupción y toda la escoria que cree todavía que son los dueños del país.
Nuevamente, se inician las marchas de las organizaciones campesinas e indígenas, los paros en el campo crecen como espuma y en las ciudades los miramos de lejos, “el tal paro no existe” repetimos y solo cuando sus legítimas peticiones afectan el suministro de bienes esenciales y la seguridad alimentaria, nos damos cuenta de la magnitud de la tragedia. Al final, como en Venezuela, a los que protestan se los derrota por cansancio, con falsas promesas y mentiras, compromisos que se incumplirán sin ningún rubor, y hasta la próxima tragedia.
Nuevamente, se birlan los compromisos adquiridos por el Estado (no el gobierno) en los acuerdos de paz con las Farc, faltan las muertes de crónicas anunciadas como las de Guadalupe Salcedo, los incontables asesinatos de los miembros de la Unión Patriótica, los líderes sociales, defensores de derechos humanos, maestros, sindicalistas. A los bárbaros ni siquiera les sirve la justicia transicional, puesto que lo que no soportan es que se conozca la verdad. Qué tal: los muertos que ellos provocaron no valen, sus asesinatos deben quedar impunes, ni siquiera existieron, los demás, que paguen cárcel, que se autoflagelen. Hagamos trizas todo aquello que afecte nuestros privilegios y derechos adquiridos para delinquir. Qué tal, dizque nos van a juzgar: igualados.
Y, todas las aberraciones se manifiestan en crecientes mayorías en el Congreso de la República, por parte de los senadores y representantes que ustedes eligieron. Impiden la aprobación del reglamento de la Justicia Especial para la Paz, ni siquiera se preocupan por la reforma a la injusta justicia, detienen las leyes de tierras, reciben dádivas y mermelada, se traicionan con cinismo. El país les importa un bledo. Son seres humanos inferiores, asustados, poca cosa. Pero, votemos por ellos.
Pocos en los medios de comunicación analizan programas y propuestas para la próxima campaña presidencial, todo se reduce a las acusaciones del día, que después se pierden en las marañas jurídicas y en una justicia inoperante y corrupta. En lo personal, creo que deberíamos discutir sobre el estado de la nación, la economía, los derechos fundamentales, la educación, la sostenibilidad, la internacionalización y, tantas cosas más. La verdad: puras utopías.