Y el país: ‘espera y desespera’. Ahora el debate en la política es dizque el combate a la corrupción o, en su defecto, la Justicia Especial para la Paz. En democracia, uno esperaría que la corrupción fuese combatida por la justicia y que la paz fuera un propósito nacional. Pero no, la justicia al parecer fue cooptada por la politiquería y la paz por los violentos y los victimarios y, por aquellos que necesitan la guerra para tapar y continuar con sus actos de corrupción y para evitar que se conozca la verdad sobre el conflicto.
Es la defensa de los delincuentes, de los corruptos, de los asesinos, de la ‘parapolítica’, de la ‘Farcpolítica’, de las bandas criminales, del clientelismo y, en fin, de todo aquello que se constituye en lo más sucio, lo más deprimente, lo más mendaz y lo más indigno.
Impotentes asistimos al espectáculo: “indignaos” nos dijo alguien y publicó su proclama cuando tenía más de noventa años. Muchos lo siguieron y protestaron.
Desafortunadamente, nunca supieron realmente porqué y contra quién, o, simplemente, no pudieron luchar contra las redes perversas de una estrategia del crimen multinacional que se entronizó en nuestras sociedades en una manifestación perversa de la globalización sin rostro humano.
De eso no se escapó nadie en ese terrible y despiadado mundo globalizado. Y, en Colombia, se conjugan las dos cosas; una nación cuyos indicadores muestran un coeficiente de Gini que nos muestra entre los países más desiguales del mundo, y un pasado de violencia que tapó todo lo demás.
De tanto escándalo e insulto, lo único que quedará es la ‘impunidad’. Uno diría que lo que hay que construir es un propósito nacional por el fortalecimiento y la recuperación de algunos temas que una sociedad civilizada debería tener como propósito común:
Pactos por la depuración y el fortalecimiento de la justicia para lo cual bastaría eliminar la injerencia de la política en la elección de magistrados. Entender que la educación pública es la base del desarrollo: en el colegio, en la universidad. Que hay que priorizar la enseñanza de las ciencias humanas, de las ciencias puras, de las ingenierías y reducir a su más mínima expresión las universidades y colegios de garaje. No más farsas como ‘Ser pilo paga’ para financiar más ladrillo, más tizas y más tableros, ergo: más desigualdad
Que la inversión en ciencia y tecnología obedezca a propósitos de desarrollo. Una sociedad sin progreso técnico está condenada al fracaso, a no ser eficiente, a no generar ideas ni emprendimiento. El mayor presupuesto con objetivos claros en esta materia es el camino hacia una nueva y más justa sociedad. ‘Indignaos’ contra los que atentan contra la educación, el progreso técnico; ‘indignaos’ contra los que se roban los recursos para la salud, ‘indignaos’ contra los que privatizan las empresas rentables del Estado, ‘indignaos’ contra los corruptos. Y, ante la más leve ‘tentativa de sospecha’, elimínalos de tus opciones de voto democrático. Ahora, no solo tendremos que salir de la trampa del subdesarrollo, también de la del retraso intelectual, que no nos permite pensar y que nos acerca a la soledad.