En las negociaciones y desarrollos del multilateralismo continúa lloviendo a cántaros. Desde el siglo pasado nada ha ocurrido en este ámbito, incluso, más bien, se producen retrocesos.
Los dos principales precios macroeconómicos internacionales están signados por la incertidumbre y el bilateralismo.
El dólar se mantiene como moneda de reserva por la alianza Non Sancta entre Estados Unidos y China.
Si yo fuera un economista cínico, de esos que abundan por ahí, diría que los norteamericanos emiten sin freno dólares falsos para demandar importaciones, y países como China las venden a cualquier precio y acumulan reservas, por supuesto, también falsas.
Estados Unidos aumenta su déficit en cuenta corriente, pero, eso sí, lo financia con su superávit en cuenta de capitales, especialmente con las inversiones de los sobrantes en reservas chinos y de los países exportadores de commodities.
Un abogado internacionalista o un financista internacional dirían que es casi una perfecta “asociación para delinquir” entre bancos centrales que saben que el dólar no vale nada y es un raído ‘velo monetario’.
No hay patrón, ni el oro ni el dólar. ¿Cómo, entonces, podría haber algún tipo de certidumbre sobre el comportamiento de la tasa de cambio y, en consecuencia, sobre el comportamiento de los flujos de bienes, servicios y capitales en la economía mundial?
Ya hace varios años que la tasa de interés en los países desarrollados es cercana a cero; incluso, en algunos casos, la real es negativa.
Los flujos de capitales golondrina migran a las economías en desarrollo con el argumento de que son más estables.
Simplemente, otra de las falacias del capitalismo salvaje ¿Hasta cuándo? Hasta recibir el primer coletazo de la crisis, la cual, gústenos o no, es mundial y no local.
Por su parte, en la Organización Mundial del Comercio, y desde su nacimiento en 1995, tampoco pasa nada.
El mayor logro de la Ronda Uruguay del GATT fue el Acuerdo sobre Propiedad Intelectual, que nos alejó del libre comercio y del progreso técnico, al establecer periodos mínimos de monopolio para las patentes, los derechos de autor; aumentó la seguridad jurídica a las multinacionales, y nada hizo para establecer reglas de competencia que pudiesen evitar el abuso de las posiciones dominantes del mercado.
La Ronda de Doha, mal llamada del desarrollo, está detenida en el tiempo, 17 años de soledad.
Mis amigos en Ginebra, no crean, también los tengo, me cuentan de su aburrimiento: con excepción de los que trabajan en solución de conflictos por las crecientes violaciones a la normativa internacional, los demás se encuentran ‘ninguniados’. Nada que hacer.
Afortunadamente, ganan bien. A pesar de que Suiza es costosa, a la vuelta de la esquina, en la frontera con Francia, pueden comprar los vinos, quesos y alimentos baratos. Así pueden soportar el agotamiento de no hacer nada.
Germán Umaña M.
Decano de Economía, Universidad Central