MARTES, 16 DE ABRIL DE 2024

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Germán Umaña Mendoza

Mal país, buen barrio

Germán Umaña Mendoza
POR:
Germán Umaña Mendoza

Todavía recuerdo la soberbia de algún economista latinoamericano cuando, refiriéndose a uno de nuestros países de moda en el crecimiento espurio, decía: “buen país, mal barrio”. En alguna medida, hoy sigue repitiéndose esa afirmación y se dividen los Estados de América Latina entre aquellos que suscriben Tratados de Protección de Inversiones (mal llamados de libre comercio) con los países desarrollados, siguen al pie de la letra las normas de la ortodoxia y la derecha económica, y, de otra parte, los que no lo hacen y son tachados de estatistas, liberales en Estados Unidos, o izquierdistas en nuestro medio.

Sin embargo, en los últimos años, los países latinoamericanos exportadores de ‘commodities’, pertenecientes a ideologías de izquierda o de derecha, tuvieron una bonanza económica sin precedentes y temporalmente se convirtieron en buenas naciones, incluso en un buen barrio. Todos, sin excepción, siguieron políticas asistencialistas para mitigar las condiciones de pobreza: unos invirtieron más y mejoraron sus coeficientes de distribución de ingreso o Gini, otros menos, y la mayoría de las utilidades fueron a parar a manos de los más ricos.

También, sin excepción, ninguno de estos Estados se preocupó por generar las condiciones del desarrollo y la sostenibilidad que permitieran en el mediano y largo plazo generar los círculos virtuosos para sustituir los ingresos de exportaciones de recursos naturales no renovables.

Ahora, los países tienen grandes dificultades en sus balanzas de pagos, en sus cuentas monetarias y fiscales, y, los sectores productivos en industria, agricultura e, incluso servicios, no tienen con qué responder a la crisis. Dicen los ‘nuevos gurús’ de la economía, habitualmente jóvenes llenos de ilusiones, que para producir pan hay que tener hornos y panaderos. Se les debe dar el premio nobel. ¡Eureka!: les cayó en la cabeza la manzana y redescubrieron la ley de la gravedad. Algunos, más viejos y culpables de la catástrofe, sufren de Alzheimer inducido y proponen todo lo contrario de lo que hicieron. Ni siquiera se sonrojan. ¿Cómo? No tienen pasado ni recuerdos.

Las consecuencias son, en ambos casos, desastrosas. Los olivos tienen más ricos y más pobres que mostrar. Los aceitunos, menos ricos y sin poder mantener en su status a aquellos que, aparentemente, sacaron temporalmente de la miseria. Pero ‘olivos y aceitunos’, todos son unos. Por lo menos por un tiempo: malos países en un mal barrio.

Sin embargo, es curioso, aunque reneguemos de los vecinos, siguen siendo nuestros verdaderos aliados. Por ejemplo, ¿saben ustedes que las exportaciones no tradicionales de nuestro país a Ecuador, Perú y Venezuela (1.750 millones de dólares en el 2015), distintas a los ‘commodities’ de la minería, las exportaciones de productos agropecuarios del trópico y las flores, son 50 por ciento mayores a las que realizamos a Estados Unidos (1.160 millones en el mismo periodo)? Y, que ¿las posibilidades de la integración latinoamericana de complementación económica, industrial y productiva siguen siendo inmensas?. ¿Por qué en vez de aprovechar esas ventajas nuestros gobernantes siguen dándole la espalda a su realidad?

Germán Umaña M.

Profesor universitario

germanumana201@hotmail.com

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