Uno de los más apasionantes temas cuando se estudia la teoría económica tiene que ver con las aglomeraciones industriales. Al contrario de lo que predica la teoría convencional, los costos medios unitarios son decrecientes, no constantes a escala. Sin embargo, los precios no son determinados por una o pocas empresas y, en consecuencia, no son dominados por monopolios u oligopolios.
Estos son los casos de las microempresas o de las pequeñas y medianas compañías que pertenecen a ubicaciones geográficas aglomeradas. Hay competencia perfecta, pero pueden generar costos medios decrecientes. En ese ámbito, se desarrolla una protección eficiente y mayor competitividad.
Las características de esas aglomeraciones son indudablemente interesantes. Por una parte, pueden ocasionar círculos virtuosos de proveedores especializados de bienes y servicios; por otra, trabajadores especializados con un alto grado de productividad. Además, los rendimientos crecientes pueden contribuir a mejorar los métodos de trabajo y el capital conocimiento, con un alto grado de fluidez en su transmisión en los conglomerados productivos, así como en la caracterización del producto y las redes de comercialización.
En ese contexto, las políticas públicas deberían centrarse en la educación en los sitios donde se concentran los productores, en la capacitación y formación, en el acceso al financiamiento, en el control de las prácticas desleales, en la capacitación para la remoción de los obstáculos técnicos al comercio, en el apoyo a las nuevas instituciones y organizaciones empresariales, en la promoción de centros de servicios compartidos y en la mejora de las condiciones de la infraestructura.
Bogotá es, en lo esencial, una economía de mercado interno y regional, no de exportaciones. Es en lo interno donde se genera el círculo virtuoso del empleo, del desarrollo de la capacidad humana, de la innovación y la adaptación de tecnologías. Las micro, pequeñas y medianas empresas representan cerca del 90 por ciento del total de las existentes, y son generadoras de un porcentaje similar en materia de empleo.
Una de las principales barreras para que los recursos del Estado (nación, región o distrito) fluyan hacia las necesidades reales de los conglomerados (calzado, cueros, químicos, tecnologías de la información, muebles, confecciones, entre otros) es el pobre papel que desempeña la red de instituciones existentes, las que, como en el sector agropecuario, poco se aproximan a los productores.
Realizan tantos estudios y tan pocas acciones. Han constituido una red de rentistas de los recursos públicos tanto para su subsistencia como para sus redes de consultoría, que impiden el flujo de recursos hacia los que caracterizan.
Romper con esas inercias, generar una nueva institucionalidad y eliminar de la cadena los actores de la ineficiencia es una necesidad. La verdad es que esa estrategia se observa en la administración de Bogotá y en sus instituciones de desarrollo. Ojalá los dejen. Los monopolios de los rentistas son tan poderosos.
Germán Umaña M.
Decano de Economía, Universidad Central