El anuncio que esta semana hizo el presidente Juan Manuel Santos respecto a la invitación que recibe nuestro país para ingresar al Banco de Pagos Internacionales (BPI) de Basilea (Suiza), es otro de los trascendentales aspectos que en materia de gestión asertiva ha tenido el presente Gobierno en su primer año, y que sumará, sin duda, en el desarrollo de la política de prosperidad democrática que avanza a paso firme.
Entre los objetivos de esta institución octogenaria está promocionar la estabilidad financiera y monetaria mundial, siendo el foro por excelencia en la discusión del papel que deben jugar los bancos centrales y supervisores en el sistema.
Basilea III, como se conoce al nuevo marco de referencia para la supervisión del sistema financiero, incluye nuevos retos para los supervisores tales como la adopción de nuevas políticas macroprudenciales para evitar riesgos sistémicos o agregados.
Si bien desde el 2001 la Superintendencia Financiera ha venido adoptando algunos de los postulados del BPI en cuanto a gestión de riesgos y divulgación de información, Basilea III fortalecerá el enfoque macroprudencial replanteando las actuales técnicas de supervisión, los requerimientos de capital y las normas de liquidez, buscando aumentar la capacidad de reacción del sistema financiero y vigilar sus riesgos sistémicos.
Esto exigirá a nuestras entidades de supervisión y control mejorar sus prácticas de buen gobierno en materia de estabilidad financiera, basadas en una eficaz comunicación interinstitucional muy superior a la lograda con los bien intencionados convenios de cooperación que suelen suscribirse.
Al parecer el Banco de la República no está a la altura de los nuevos retos que impone el BPI, ya que, a pesar de que la fecha de inicio señalada por el Comité de Basilea para el plan de acción es el primero de enero del 2013, el pasado mes de mayo su gerente, José Darío Uribe, informó que sólo hasta el 2012 tendrá apenas algunos avances en cuanto al papel que podrá jugar el Emisor y la misma Superintendencia en la aplicación de estos nuevos principios.
Las crisis que hasta hace unos años eran inimaginables, como la eventual ruptura de la unión monetaria en la Zona Euro por cuenta de los insostenibles déficit de algunos de sus miembros, la posible cesación de pagos en la deuda soberana de EE. UU. y el recalentamiento chino, nos cuestiona sobre el nivel de vulnerabilidad de nuestra economía y su sistema financiero, por lo que el reto para las autoridades monetarias y supervisoras es mucho mayor y prioritario.
La forma como el Banco de la República y la Superintendencia Financiera diseñen y ejecuten el nuevo marco de regulación dictado en Basilea III será decisiva en el mejoramiento de la capacidad de nuestro sistema para absorber cualquier impacto originado en diversas tensiones financieras y económicas, y que sin duda viviremos en el futuro próximo.