El país que sufrió la pérdida más dramática de bosques o selva en el 2017 fue Colombia: más de 400.000 hectáreas. Un 46 por ciento más que en el 2016 y más del doble que en el 2001. Casi la mitad de la deforestación se dio en Meta, Guaviare y Caquetá, limítrofes con la Amazonia. Además, se han detectado nuevos focos de pérdidas que avanzan hacia áreas que hasta ahora permanecen intactas. El empeoramiento se relaciona con la llegada de la paz al país, tras un conflicto que duró más de 50 años.
Eso llevó a la salida de las Farc de grandes superficies de bosques que controlaban anteriormente, en donde mantuvieron un estricto control sobre la utilización de la tierra y apenas permitieron el uso comercial de los recursos. Al desmovilizarse surgió un vacío de poder que condujo a la tala ilegal de pastos y coca por parte de otros grupos armados. Es urgente que el nuevo gobierno intervenga o seguiremos perdiendo bosques y selva sin remedio. Pero todos debemos tomar conciencia y hacer presión.
En el mundo, pese a los compromisos asumidos por gobiernos y empresas, la pérdida de cubierta arbórea y la deforestación han aumentado sin cesar en los últimos 17 años. Los incendios y las tormentas tropicales desempeñan un papel cada vez mayor y por el cambio climático son más frecuentes y severos. “La tala de bosques para la agricultura y otros usos sigue impulsando la deforestación a gran escala”. Proteger, restaurar y administrar árboles podría contribuir a evitar los peores impactos del cambio climático. Los bosques del mundo, en especial los tropicales de América Latina, el sudeste de Asia y África Central están cada vez más amenazados. Sobre todo, debido a la producción en constante expansión de soja, ganado, aceite de palma y productos de madera. El informe reciente de Global Forest Watch califica los datos como “nefastos” y “alarmantes”. “Estamos fuera de tiempo”, ha advertido Carlos Nobre, uno de los mayores expertos en clima del mundo, hace días en una rueda de prensa.
Noticia para pensar: los animales se están haciendo más nocturnos para evitar a los humanos. Especies diurnas de todo el planeta han aumentado su actividad durante la noche allí donde hay presencia humana. No es bueno saber que animales que llevan millones de años siendo diurnos se están pasando a la noche. Ya sean grandes o pequeños, de bosque o sabana, depredadores o presas, están trasladando su actividad al horario nocturno.
Este traslado se produce ya se trate de herbívoros o de carnívoros como el tigre o el zorro. El patrón se repite en seres pequeños como la zarigüeya, y en los que pesan más de 3.500 kilogramos, como el elefante africano. Son cambios que inducimos los humanos que, por lo general, somos ricos en codicia y pobres en conciencia. La expansiva presencia humana es la causa de unos cambios que pueden trastocar la dinámica de ecosistemas enteros.
Pero lo grave no es necesariamente el crecimiento de la población, no, es la inconsciencia. De hecho, para la FAO, al menos un tercio de la comida que producimos se echa a perder, se desperdicia o se tira directamente. Si en un milagro somos conscientes y conseguimos no tirar nada, tendríamos comida para alimentar a 10.000 millones de personas. La verdad es que los males del ser humano los crea el mismo, pero es cómodo atribuirlos a Dios o al destino.