¿Qué va a pasar con Cerro Matoso? Es tal vez la papa caliente de mayor tamaño que tenga servida el Gobierno Nacional. Como es normal en todo tipo de discusiones, se observan dos posturas diametralmente opuestas: una, que podríamos llamar desarrollista, según la cual es un proyecto que ha dado grandes beneficios a sus dueños (capitalistas extranjeros); al país por la vía de las cuantiosas divisas, y -lo más importante- a la comunidad, por el empleo generado en una región que propiamente no se caracteriza por la abundancia de oportunidades para la población residente.
En este orden de ideas, casi que la renovación de la licencia o de la concesión debería ser un asunto de simple trámite, pues no tendría sentido frenar en seco semejante inversión y empezar a mirar si otros inversionistas podrían llegar a ofrecer mejores condiciones.
La otra cara de la moneda es la que refleja una situación sorprendente y preocupante en el sentido de que las condiciones en que se suscribió el contrato inicial, pero, sobre todo, aquellas que modificaron las reglas de juego en la etapa operativa del proyecto, son casi una burla y ofensa a los intereses nacionales. De ser cierta esta última apreciación, no puede uno menos que manifestar su tremendo estupor, porque en 15 años, otros tantos ministros de Minas y entidades de control no hayan hecho la mínima denuncia.
¿Ignorancia, desidia u omisión?
El hasta ahora ministro de Minas, que dicho sea de paso parece gozar de cierta dosis de masoquismo al haber aceptado este Ministerio, después de haber vivido una penosa experiencia en otra cartera, por un tema relacionado con contratación estatal, dijo enfáticamente que “no le tendremos miedo a las multinacionales”, queriendo decir con ello que está dispuesto a ir hasta las últimas consecuencias, si las circunstancias y los análisis respectivos así lo aconsejan.
Uno pensaría que una afirmación de estas no sería de esperarse en boca de un funcionario reconocido por sus calidades académicas y técnicas, ajenas a cualquier veleidad política con ingredientes populistas. Esta sería más propia del lenguaje y mentalidad del veleidoso Rafael Correa, en Ecuador, o de la frágil Cristina Kirchner, en Argentina. Recordemos el agua sucia que a esta última le cayó por parte de los medios de comunicación internacionales cuando -respetando todos los procedimientos legales previstos- expropió la parte accionaria de la multinacional Repsol. Algo oscuro e indebido debió haberse gestado previamente en esta empresa, pero sus detalles no se nos dieron a conocer para hacer un juicio objetivo.
‘La ocasión la pintan calva’. Esto debe estar pensando para sus adentros el nuevo Minhacienda, ahora que se ha presentado la renuncia colectiva del gabinete del presidente Santos. ¿Qué mejor oportunidad para desmontarse de semejante potro y dejarle el chicharrón a su sucesor? Este nuevo protagonista, al momento de tomar posesión, dirá que antes de tomar una decisión de fondo, deberá estudiar el caso en todas sus dimensiones y con todas sus implicaciones, y para ello requerirá de un tiempo prudencial.
No vaya a ocurrir que en el entretiempo se venzan los términos y el contrato se renueve automáticamente sin haberle introducido los cambios que requiere.